Plataformas: Xbox 360 (analizada), PS3, PS4, PC, Xbox OneDesarrollador: DICEDistribuidor: Electronic Arts
Una cosa queda muy, demasiado clara después de meterle una decena de horas al más reciente producto de DICE: Battlefield 4 es mucho más un juego de actual generación que de siguiente generación. El aspecto técnico del título en PC, PS4 o Xbox One es decoratorio antes que nada, y su característica de título intergeneracional no va más allá del adjetivo.
Pero lo cierto es que Battlefield 4, dentro de todo lo continuista que es, resulta una secuela saludable. Y esto no se puede medir solo de forma cuantitativa con las novedades que se integran -que las hay y no resultan menores-, sino en el esfuerzo por mantener fresco el esquema después de tantos juegos utilizando fórmulas similares. Battlefield es Battlefield y eso significa batallas a gran escala, caos controlado y juego en equipo (siempre en la medida de lo posible). Afortunadamente, en DICE saben lo que hacen y también saben cómo ir más allá a la hora de diseñar mapas y proponer nuevos modos de juego. Aquellos dos pilares resultan tan fundamentales dentro del concepto de Battlefield 4, que parece difícil imaginar el juego sin ellos. Así de simple.
Quizás el concepto de destrucción del escenario (promocionado como “Levolution”) no termina resaltando por sobre lo demás como más de alguien hubiera esperado, pero no tanto por estar mal implementado o por tratarse de un gimmick. El asunto es que su integración con el resto de elementos del juego es bastante natural y sencilla, por momentos hasta resulta esperable según el mapa. El edificio aquel que se derrumba generando caos entre los jugadores (sobre todo los que están dentro de la estructura) sirve como testimonio; nunca faltarán los que se quedarán estáticos observando. Lo mismo con el mapa “Paracel Storm”, que hasta ahora parece ser uno de los favoritos y donde la arremetida de una tormenta en medio de la partida -con el respectivo cambio en el escenario- mantiene el nivel de dinamismo siempre arriba.
Y es que en general, Battlefield 4 es siempre una cuestión de dinámica, más allá de que algunas voces aseguren que este juego tiene un ritmo más pausado que su antecesor. Aún cuando algunos mapas no se destruyen ni cambian tanto como otros, y aún en los modos más sencillos, como los duelos por equipos sin más objetivos que eliminar al real, el ritmo de juego es lo que sostiene la experiencia partida tras partida.
El modo Erradicación sirve como ejemplo de lo anterior. En DICE definitivamente estaban lúcidos al parir esta idea, que por lejos es una de las más brillantes dentro de todo Battlefield 4. El planteamiento en general de Erradicación es tan sencillo, que es hasta extraño que no se haya implementado antes: solo es cuestión de tomar la bomba, plantarla en uno de los puntos críticos del rival, y esperar a que haga lo suyo. Destruído un objetivo -tres por equipo- se genera otra bomba al azar en el mapa; quien lleva la bomba aparece indicado en todo momento en el mapa, y si es derribado la deja caer a merced de cualquiera que pase por encima. De ahí hacia arriba, las partidas van creciendo en situaciones apoyadas siempre por el excelente diseño de los diez mapas incluídos en el juego.
En general, Battlefield 4 es básicamente un gran multijugador, apoyado, entre comillas, por una pequeña campaña de la que sin temor se puede decir que es solo un relleno. Siete capítulos a completar en no más de cinco horas que son un reflejo de las prioridades de DICE a la hora de diseñar el juego. Sí, es algo menos espesa que la de Battlefield 3; y sí, también es algo más entendible en su guión. Pero está más que claro que su existencia no tiene razón de ser más allá de poder decir que “Battlefield 4 tiene una campaña”; tan claro como que llegará el día en que Battlefield prescindirá totalmente de ella. Mientras Treyarch o Infinity Ward saben exactamente qué hacer para diseñar un modo interesante para un jugador, en DICE parecen no saber o no estar interesados en el know-how. O tal vez ambos.
Es interesante ver cómo el estudio logra, no sin contrastes, meter un juego como Battlefield 4 en Xbox 360 o PlayStation 3. Por un lado, la esencia de la experiencia no se ve comprometida aún cuando las batallas en línea están reducidas en el número de jugadores simultáneos. Por otra parte, técnicamente el juego le queda grande a las consolas de actual generación, patente en los constantes problemas de carga de texturas -demoran varios segundos en cargar- o los infaltables tirones cuando se juntan en pantalla demasiados elementos entre explosiones, destrucciones y jugadores. No se da en todo momento y definitivamente no rompen la experiencia de juego, pero están ahí como muestra de que el Frostbite 3 más temprano que tarde hará una transición definitiva.
Independientemente de lo anterior, vale la pena repetir el concepto: Battlefield 4 es continuista en su concepción, pero a la larga su calidad se termina imponiendo en una secuela muy saludable. ¿Sería justo criticarlo solo por tener un número al final del nombre? En lo absoluto, más allá de sus intenciones no parecen ir especialmente dirigidas a aquellos enganchados a otro tipo de esquema más callofdutyzado, más frenético, más directo. Las intenciones de DICE parecen simples, pero en el cuadro general esas intenciones se resumen en excelentes resultado.
Battlefield 4 hace todo por mantener felices a los fieles a la saga, y lo consigue sin mayores problemas. Pero quizás su logro más grande está en enganchar a otro tipo de jugadores, aquellos a quienes el género de shooters militares ya se les hace algo cansador (totalmente mi caso). Y es que después de siete años jugando prácticamente a lo mismo, no es menor conseguir que partidas de 70 minutos se pasen volando. Mérito absoluto de DICE, no cabe duda alguna.
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