En 2021 la misión Chang’e-5 de China logró recolectar 1,73 kilogramos de regolito lunar del Oceanus Procellarum, o “Océano de las Tormentas”, directamente desde la Luna.
Aquella misión hizo historia, ya que se trató de la primera recolección de material lunar desde la misión soviética Luna 24 en 1976 y posicionó a China como la tercera potencia en lograrlo.
En adición, aportó un avance científico significativo al permitir identificar un mineral previamente desconocido en la Luna, que los científicos llamaron Changesite-(Y).
Resultados de la misión Chang’e-5
Publicado en la revista ‘Matter and Radiation at Extremes’, el descubrimiento fue realizado por la Academia de Ciencias de China, desde donde se realizaron comparaciones de esta muestra lunar con otras muestras de regolito tanto lunar como marciano.
Así, intentando descifrar más sobre la composición de la muestra, es cómo surgieron nuevos detalles sobre la formación de minerales bajo condiciones extremas de temperatura y presión, conocidas como metamorfismo de impacto.
Este proceso, caracterizado por la rápida transformación de las rocas lunares, resulta en la creación de polimorfos de sílice como la stishovita y la seifertita, que aunque químicamente son idénticos al cuarzo, poseen estructuras cristalinas distintas.
Y fue justamente este análisis de polvo lunar el que demostró la coexistencia de stishovita y seifertita, dos minerales que teóricamente solo aparecerían juntos bajo presiones mucho mayores a las experimentadas por la muestra.
Al respecto los investigadores, liderados por Wei Du, explicaron que la seifertita podría formarse a partir de α-cristobalita durante un proceso de compresión y que ciertas partes de la muestra podrían haberse transformado en stishovita con el aumento de temperatura posterior al impacto.
Origen del impacto lunar
Además de analizar los minerales, los científicos también investigaron sobre el impacto que debió dar origen a las muestras, estimando la presión máxima y la duración de su colisión con la Luna.
Integrando estos datos con modelos de ondas de choque, dedujeron que el cráter resultante del impacto habría tenido un diámetro de entre 3 y 32 kilómetros, dependiendo del ángulo en que se le mire.
Por ahora se cree que los fragmentos de la muestra pertenecerían al cráter Aristarchus, aunque también existen otros cuatro posibles cráteres ‘madre’.