“Pueda tu espíritu vivir, durar millones de años, tú que amas Tebas, sentado con la cara al viento del norte, los ojos llenos de felicidad”. Esta inscripción, en la tumba de Howard Carter, estaba en la copa de alabastro de Tutankamón, el faraón cuyos restos fueron descubiertos por el inglés.
El menor de once hermanos, Carter nació en Kensington, Londres, el 9 de mayo de 1874. Hijo de un artista, formó parte de la Egypt Exploration Fund, con la que viajó a Egipto en 1891. Sus conocimientos en dibujo le llevaron a copiar los jeroglíficos y las decoraciones de varias tumbas de Beni Hasan.
Para 1922, Carter ya se había convertido en un reputado arqueólogo que realizaría su mayor logro ese año: el hallazgo de la tumba de Tutankamón.
La historia de Tutankamón
Este fue el último monarca de la dinastía XVIII en Egipto, que gobernó entre 1334 y 1325 aC.
Hijo de Akenatón, accedió al trono con ocho o nueve años, tutelado por el visir Ay. Entre sus actos más relevantes están la reinstauración de la religión politeísta en Egipto y el cambio de la capitán desde Ajetatón a Tebas.
No obstante, Tutankamón no vivió mucho: falleció a los 18 o 19 años de edad, producto de la malaria. Sufría además de una discapacidad física por una deformidad en su pie izquierdo, teniendo que apoyarse en bastones.
La importancia del hallazgo de su tumba resalta en lo intacta que se encontró: con más de tres mil años de antigüedad, permanecía en excelentes condiciones. Lord Carnarvon pagó por la expedición comandada por Carter, que encontró una galería subterránea con más de cinco mil artefactos, entre ellos la máscara funeraria del faraón.
Dos puertas selladas separaban a Carter y sus ayudantes de la tumba de Tutankamón. Aunque ellos no lo sabían. “Para entonces nos hallábamos firmemente convencidos de que estábamos a punto de dar con un escondrijo y no con una tumba”, narró el inglés en sus Memorias.
Al sacar los cascotes de la segunda puerta, encontraron la enorme sala.
Cuenta el británico: “Al principio no pude ver nada ya que el aire caliente que salía de la cámara hacía titilar la llama de la vela, pero luego, cuando mis ojos se acostumbraron a la luz, los detalles del interior de la habitación emergieron lentamente de las tinieblas: animales extraños, estatuas y oro, por todas partes el brillo del oro”.
En un telegrama, Carter le escribió a Lord Carnavon, el 6 de noviembre de 1922: “Finalmente he hecho descubrimiento maravilloso en Valle, una tumba magnífica con sellos intactos”.
¿Existió la maldición de Tutankamón, debido al hallazgo de Howard Carter?
Durante años se habló de la existencia de una “maldición de Tutankamón”, generada por el hallazgo de su tumba. Se decía que todo aquel relacionado con la expedición moriría prematuramente.
Lord Carnavon murió en 1923, cinco meses después del descubrimiento del primer escalón que conducía a la tumba. Carter falleció en 1939, producto del cáncer. Sin embargo, un estudio mostró que de las 58 personas presentes cuando se abrieron la tumba y el sarcófago, ocho perdieron su vida en los 12 años siguientes.
Así que de “maldición”, solo la creencia. La historia consagra a Carter por su hallazgo. “Abnegado, enérgico, obsesionado con el método, conducido por la ambición (…) impetuoso, testarudo, insensible, poco diplomático, falso y mendaz, a veces”, según la descripción de Thomas Hoving, citado por Jacinto Antón en El País.