La migraña no es un dolor de cabeza cualquiera: y eso lo sabemos muy bien quienes lo padecemos.
El dolor que causa no solo es más severo sino que va acompañado de otros síntomas que la hacen una condición incapacitante. Durante un ataque de migraña es muy difícil concentrarse o hacer cualquier otra cosa que soportar el malestar.
Pero a pesar de ser tan frecuente, no existen tratamientos completamente específicos o efectivos en todos los casos.
Algunos medicamentos ayudan a aliviar el dolor, algunos otros pueden detener el avance del ataque, pero no funcionan siempre, ni para todos los pacientes.
Por esta razón es que los médicos también han buscado si es posible alivarla, a través de intervenciones no farmacológicas.
Que tu alimento sea tu medicina
En muchas enfermedades un cambio en la alimentación es parte integral de las intervenciones que se hacen en un tratamiento.
Quienes padecen diabetes deben reducir su consumo de carbohidratos e incluir alimentos que contribuyan a mantener estables los niveles de glucosa en la sangre.
O en el caso de la hipertensión, además de los medicamentos que contribuyen a controlar la presión arterial, se indica que se deben restringir los alimentos que contengan sal y evitar añadirla en la preparación de la comida.
En otras condiciones de salud, aunque la relación no parezca tan directa, como en estos ejemplos, la alimentación también debe considerarse de un tratamiento integral.
En el caso de la migraña, no es novedosa la idea de que la dieta puede influir favorable o desfavorablemente en su desarrollo y control.
El chocolate, los quesos maduros, el vino: son ejemplos de alimentos que, en algunas personas, pueden detonar ataques de migraña.
Y así cómo algunos alimentos pueden favorecerla, otros alimentos podrían influir en detenerla o evitarla.
Pero aunque muchos médicos consideraban esta posibilidad, hasta ahora no se tenían resultados de estudios clínicos sistemáticos que pudieran aportar más información al respecto.
Migraña y omega-3
Un grupo de investigadores de instituciones relacionadas con la neurología, la psiquiatría y la medicina en general, reunieron a 182 voluntarios que padecían migraña crónica.
Al iniciar la investigación, los participantes tenían entre 5-20 ataques de migraña al mes y durante el tiempo que duró el estudio registraron en un diario la frecuencia e intensidad de sus ataques.
Pero, al mismo tiempo, a los voluntarios se les asignó de forma aleatoria una dieta que tenía un cierto contenido de ácidos grasos omega-3, que principalmente pueden encontrarse en pescados como el salmón, las sardinas o el atún.
Este es el tipo de grasas que denominamos “buenas”: son componentes principales de las membranas celulares y forma parte de tejidos del sistema nervioso como el nervio trigémino, que se encarga tanto de funciones sensitivas como motoras en la cara.
Aunque los autores piensan que el estudio debe extenderse para reunir más información, ven en esto una muestra que la alimentación debe ser tomada en cuenta dentro de los tratamientos para la migraña.
De cualquier forma, para los que padecemos migraña, no está de más que consideremos incluir en nuestra alimentación habitual más pescados que contengan omega-3.