Los seres humanos a veces pensamos en nosotros mismos como algo muy especial: aunque somos animales, somos los únicos que desarrollamos una civilización.
Si a eso le sumamos que nuestra especie es la única que actualmente existe en el género Homo, pues tendríamos más razones para sentirnos únicos.
Esto no siempre fue así: incluso algunas de esas especies, como los neandertales, ahora extintos, compartieron el tiempo y el territorio con algunos de nuestros ancestros.
Incluso el Homo neanderthalensis no fue el único que convivió con el Homo sapiens: también tenemos evidencias de que los denisovanos u homínidos de Denisova, coexistieron con los humanos arcaicos.
Parientes no tan lejanos
Los neandertales son una especie que a veces nos parece misteriosa y otras tantas, sinónimo de brutalidad o falta de inteligencia.
Pero, al reunir más información sobre ellos con estudios antropológicos y genéticos, hemos logrado quitarles un poco de misterio.
Eso también ha contribuido a saber que su comportamiento y costumbre no estaban del todo alejadas con las de nuestros propios antepasados, pues usaban herramientas para cazar, hacían arte rupestre y cocinaban sus alimentos.
Aunque sean una especie extinta, es posible que algo de su material genético siga entre nosotros, al igual que el de los denisovanos.
De esa otra especie de humanos arcaicos, sabemos mucho menos que de los neandertales, pero también tenemos algunos indicios de que sus genes podrían estar presentes en algunos humanos actuales.
Huellas neandertales
Hacer un seguimiento de los genes de individuos que no han existido durante miles de años sin duda es una tarea complicada.
Aunque se han encontrado huesos fosilizados de estos homínidos, no siempre es posible recuperar material genético de ellos, para compararlo con el nuestro.
Así que también se han buscado formas alternativas de rastrear el ADN neandertal, para compararlo con el nuestro, pero otra forma de buscar evidencias de los genes que compartimos, es rastreando algunas mutaciones que hayan quedado marcadas en nuestro genoma.
Esos genes que vinieron de otras especies, causaron algo que se llama introgresión adaptativa: mutaciones que permanecieron porque representaban algún beneficio.
Así que esos genes pudieron pasar de generación en generación y serían una evidencia de que la hibridación que nuestra especie tuvo con otros homínidos.
Redes neuronales
Un grupo de investigación del Instituto GLOBE de la Universidad de Copenhague desarrolló un algoritmo computacional para rastrear esas mutaciones.
Para hacer un análisis tan complejo, se diseñó una red neuronal artificial, que hasta ahora se había usado para el análisis de imágenes y videos.
Pero esta red neuronal, llamada convolucional, ha demostrado que puede ser útil para la identificación de introgresiones adaptativas.
Para eso los investigadores la alimentaron con miles de simulaciones, para que la red neuronal pudiera hacer las comparaciones adecuadas.
Los resultados mostraron algunas de las mutaciones que ya habían identificado por comparaciones genéticas directas como algunas relacionadas con nuestro sistema inmune y el metabolismo.
Esto indica que el método es eficiente, pero además de esas, se encontraron otras mutaciones que podrían venir de otros homínidos.
Aunque en general se considera que las introgresiones son mutaciones que tienen un efecto benéfico, por ahora no se tiene claro si estas nuevas mutaciones identificadas por este estudio realmente tienen alguna expresión negativa o positiva en los humanos actuales, o ni siquiera se expresan.
Para eso serán necesarios más estudios y ampliarlos para compararlos con genomas de poblaciones de todo el mundo.
Pero por lo pronto esto nos deja claro que nuestro árbol genealógico es mucho más complejo de lo que pensábamos.