Si les dijera que sabemos que existen seres extraterrestres con una inteligencia muy desarrollada y que tienen habilidades para camuflarse, tal vez no me creerían.
Si además les digo que esos extraterrestres caminan entre nosotros en la Tierra, bueno, que nadan cerca de nosotros, en el agua, lo creerían menos.
Pero si termino diciendo que esos extraterrestres son los pulpos, seguramente seguirían escépticos, pero al menos un poco intrigados.
Esta es la propuesta que hizo un grupo de investigadores en astrobiología, buscando explicar parte de lo que sucedió en una era geológica de la Tierra: la explosión cámbrica.
Moléculas extraterrestres
Para el Cámbrico la vida ya existía en la Tierra desde unos millones de años atrás, solo que entonces los organismos pluricelulares se diversificaron y se volvieron más complejos.
Podemos rastrear la vida hasta los primeros seres vivos unicelulares, pero explicar cómo surgieron, sigue estando entre los misterios que la biología moderna busca resolver.
La abiogénesis es una explicación del origen de la vida a partir de cosas no vivas: moléculas orgánicas que en algún momento se organizaron en estructuras que formaron una célula.
Alexander Oparin y J. B. S. Haldane propusieron que, en la atmósfera de la Tierra primigenia había moléculas orgánicas simples, que a través de reacciones químicas pudieron dar lugar a biomoléculas más complejas.
Stanley Miller y Harold Urey buscaron probar esta hipótesis con un experimento en el que simularon las condiciones de una atmósfera primitiva y obtuvieron aminoácidos, que son biomoléculas: las que forman a los seres vivos.
Hay quienes proponen que estas moléculas que iniciaron la vida, no se originaron en la Tierra, sino que llegaron del espacio, en meteoritos, como el Murchison, que contiene una gran diversidad de compuestos orgánicos.
Boleto de ida
Y ¿si en los meteoritos no solo viajaran biomoléculas, sino seres vivos completos? Eso es algo que se propone en la hipótesis de la panspermia.
Panspermia, quiere decir algo “semillas en todos lados”, porque parte de la idea de que la vida no es una casualidad exclusiva de la Tierra: que está repartida por todo el Universo.
Que en diferentes momentos de la historia del Universo, el Sistema Solar o la Tierra, han existido por aquí y por allá seres vivos, que por diversas razones podrían haber terminado viajando en algún meteorito y terminar estrellándose en la Tierra.
Aunque sin duda es una hipótesis interesante, tiene algunas complicaciones: viajar a cuestas de una piedra voladora, en medio del espacio, sometido a todo tipo de radiaciones, no es un buen lugar para los seres vivos.
Pulpos espaciales
Quienes apoyan la hipótesis de la panspermia, proponen que, bajo algunas condiciones, los seres vivos podrían lograr esos viajes espaciales.
Así piensa el grupo de científicos que propuso que esta orden de moluscos cefalópodos, los Octopoda, que llamamos pulpos, llegó a la Tierra de algún otro lugar del Sistema Solar.
Por un lado suena genial que estos raros animales invertebrados, que son una cabeza con patas -eso es lo que quiere decir cefalópodo-, pudieran ser extraterrestres.
Sobre todo porque los pulpos son excepcionales en su clase: han demostrado habilidades cognitivas complejas y capacidad de conciencia, por lo que a veces se les llama “vertebrados honorarios”.
Sin embargo, por más provocadora que suene esta hipótesis de los pulpos espaciales, tiene algunas fallas: las fechas propuestas de la “llegada” de los pulpos, no coinciden con los registros fósiles que tenemos de la existencia de ellos en la Tierra.
De cualquier forma, creo que a mí me gusta más pensar que compartimos algo más que un planeta con estos excepcionales animales, sino que son parte del mismo árbol de la vida que nosotros.