Es un hecho: los scooters eléctricos o «eScooters» están dominando las ciudades. Desde Santiago a Ciudad de México, pasando por Bogotá, las grandes urbes estadounidenses, Europa y Asia, todos se visten de los distintos colores de estas máquinas de arriendo, con incluso algunos que han comprado el propio.
Nosotros mismos somos muy fanáticos de estas máquinas y de la adaptación que han tenido algunas entidades municipales al respecto, pero cada vez más escuchamos de accidentes en donde parecieran que las culpas están compartidas y por los que nadie se hará responsable.
Hace poco nos sorprendió de sobremanera una historia anónima que llegó por nuestras redes sociales, donde un joven, al abandonar un recinto deportivo en Santiago, tomó una de estas máquinas. Hasta ahí todo normal, pero el mal mantenimiento de las calles, la mala iluminación vial, en conjunto con la fragilidad que pueden tener estas máquinas de pequeñas ruedas, lo llevó a caerse estrepitosamente sobre su mano. Su sorpresa fue mayúscula cuando, en el servicio de salud donde se atendió, le confirmaron una fractura expuesta del meñique y que perdería parte de este.
El casco
Otro tema es el del uso del casco, donde pareciera que a pocos les importa este tópico. Algunas aplicaciones hacen hincapié en utilizarlo, pero no tienen cómo verificar que su uso sea real, mientras que las autoridades tampoco hacen mucho al respecto. En nuestra redacción, un compañero se golpeó contra un tope de una ciclovía, lo que lo lanzó por los aires, salvándose por centímetros de una lesión mayor. Iba sin casco (consciente de su irresponsabilidad), pero por cosas del destino y la suerte, no le pasó nada. La historia pudo haber sido muy diferente: la lección la aprendió de mala manera, pero podría no haber tenido esa oportunidad.
Desde los servicios de urgencia, al consultar con traumatólogos, dicen que la mayoría de las lesiones no suelen ser de cabeza, sino que de pies y manos. Generalmente, fracturas producidas por caídas en donde los responsables son tres factores: desconocimiento del usuario sobre el correcto uso de la máquina, mal mantenimiento de esta y/o problemas viales.
El caso Sternik
Desde el otro lado de la cordillera, nuestra colega periodista de tecnología, Irina Sternik, vivió un caso profundamente traumático. Desde ya le agradecemos por su testimonio y colaboración:
Me accidenté hace un mes y medio estando de vacaciones en Israel. No era la primera vez -quizás la última- que me subía a un monopatín. Primero probé el servicio Lime en Chile, hice unas cuadras hacia un shopping, me encantó aunque entendí que era peligroso por los autos y los transeúntes. Después en Buenos Aires y en Washington, donde probé un nuevo modelo más robusto. Entendí todo en Tel Aviv, donde tomé un Lime que estaba tirado por la calle, como en todas las ciudades.
¿En qué quedamos?
Por ahora, la regulación es escasa o simplemente nula. En Estados Unidos, el tema ya se ha vuelto prioritario en algunas ciudades por el incremento de atenciones traumatológicas en salas de emergencia.
Algunas aplicaciones se hacen cargo dependiendo del caso, pero no están en su obligación, y sus condiciones de uso lo aclaran bastante bien. Al final del día, estás a voluntad de quien te toque en servicio al cliente.
¿Es culpa tuya no saber andar bien y que los ofrezcan abiertamente a todos? ¿Es responsabilidad de las empresas o de los municipios regular su uso y el llevar casco? Hay infinitas preguntas y nulas respuestas, que, al final, tal como pasó con la irrupción de las aplicaciones de transporte de pasajeros, se deberán regular en la justicia, a sabiendas que su crecimiento es mucho más rápido que el de las legislaciones. En el intervalo, estamos en terreno de nadie.
Nuestro llamado no es a no usar estas máquinas, pero sí a que tomen las precauciones correspondientes. Que usen casco, que anden con cuidado y a la defensiva.