A esta altura de la vida es muy probable que estés familiarizado con los programas de reconocimiento de canciones como Shazam, SoundHound o el mismísimo Google Assistant, entre tantos más.
El tema es que nada es «tan simple» y de seguro para algunos no será novedad porque ya se hicieron hace años la pregunta, pero ahora trataremos de responderla de la forma más simple que encontremos.
Es un hecho que compara la información que le entregas con una base de datos, esa dalo por descontado, pero lo fascinante es qué información entrega, porque no es precisamente una grabación de lo que estás escuchando.
El creador de la aplicación Shazam (que ya compró Apple, por cierto) publicó un paper donde muestra cómo a través de un espectrograma, todas las melodías pueden tener una suerte de «huella digital» única.
Esto hace que los datos que entregas para que busque son visuales, no «sonoros» por decirlo de alguna forma y se ven más o menos así:
Cada parte de una canción tiene un identificador único que se contrasta a una velocidad increíble con una librería de millones y millones de canciones, donde aplicaciones como Spotify y Apple Music ayudan, por cierto.
¿Falsos positivos? Por supuesto, y más aún si el ambiente es ruidoso, pero el algoritmo de cada aplicación mejora con los meses. Hay muchísimo trabajo detrás hasta el día de hoy, donde el desarrollo no se ha detenido.
Todo lo anterior pasa a veces en fracciones de segundo e insistimos, para muchos puede que no sea una novedad, pero otros han aclarado o se han recién enterado y eso está muy bien, sobretodo porque si subes algo a Facebook y YouTube y te lo bajan tan rápido por derechos de autor, es altamente probable que una pequeña «shazameada» de la red social a tu video lo haya marcado con problemas de ese tipo. La respuesta está en las frecuencias, y todo pasa en muy pocos segundos. Probablemente una de las hazañas tecnológicas más notables de los últimos años, para bien o para mal y que damos por sentada sin cuestionarnos el tremendo trabajo que hay detrás.