Un nuevo artículo publicado por Marina Alberti de la Universidad de Washington sugiere que los cambios continuos al ambiente por parte de los humanos tendría “implicaciones importantes para el bienestar del ambiente y de los humanos”. ¿Qué significa exactamente esto? Arañas más grandes y salmones más pequeños.
Alberti alega que estábamos equivocados cuando creíamos que la velocidad de los cambios evolutivos no sería suficiente para dañar los procesos ecológicos. Es decir, hay un proceso evolutivo acelerado. Entre estas modificaciones se encuentran mayor tamaño de las arañas, decrecimiento de las medidas del salmón, pérdida de efectividad en el mecanismo de dispersión de las semillas de ciertos tipos de plantas, mayor tolerancia de ciertos gusanos a los metales o el cambio en el canto de los pájaros para combatir el ruido; un ejemplo interesante es el de los tordos: muchas de las especies se han vuelto sedentarias y ya no migran.
El trabajo de Alberti es una compilación excelente de las “firmas humanas” que han sido documentadas y que cambian el ambiente de los animales y las plantas. Un ejemplo es la urbanización, que rompe con los patrones naturales de la vegetación creando nuevas fuentes de ruido y luz que perturban los ciclos de diferentes animales y que, también, reduce la cantidad de comida y agua disponible para muchas especies.
¿Qué haremos al respecto? Es una buena pregunta, pero al estar conscientes de nuestro impacto natural y tratar de reducir la huella, podemos comenzar a trabajar para llegar a un punto medio, una intersección entre la sustentabilidad y el crecimiento.