Nuestro universo, formado por miles de millones de galaxias y millones de estrellas dentro de cada una de ellas, puede que no sea el único que exista. Puede que haya otros universos. Algunos radicalmente diferentes al nuestro. Otros parecidos. La idea, por inverosímil que parezca, tiene su base científica.
La formación de universos paralelos surge como consecuencia de teorías físicas aceptadas. Pero, ¿se puede demostrar la existencia de estos cosmos alternativos? Es más, ¿podrían llegar a visitarse? Ésto es lo que han discutido medio centenar de científicos estadounidenses y europeos en un encuentro celebrado recientemente en la Universidad Autónoma de Madrid.
Hay físicos, como la famosa Lisa Randall, de la Universidad de Harvard, que creen que sí existen más universos mientras que otros, como Raphael Bousso, de la Universidad de Berkeley, no descartan su existencia pero afirman que es necesario demostrarlo experimentalmente. Y aquí está el problema porque, si aceptamos la idea del multiverso, ¿dónde están los demás universos? ¿por qué percibimos sólo uno, el nuestro?
Teoría de cuerdas
Actualmente, existen dos teorías que incluyen la existencia de otros universos. Una de ellas es la teoría de cuerdas, según la cual las partículas elementales que forman todo lo que existe son, en realidad, consecuencias de las diferentes vibraciones de una especie de filamentos subatómicos.
La teoría de cuerdas ha enamorado a miles de físicos durante décadas porque es la única que permite integrar, de forma natural, las dos teorías que utiliza la física para describir la realidad: la mecánica cuántica que explica el mundo subatómico y la Relatividad General que rige el comportamiento del cosmos a gran escala. Unificar ambas teorías en una sola que explique el funcionamiento de la naturaleza es el “Santo Grial” de la física.
Representación artística de una cuerda. Trailfan / (cc) by-2.0
Para ello, es necesario que existan 11 dimensiones y no las cuatro (tres espaciales y el tiempo) que conocemos e implica la existencia de 10500 (un 1 seguido de 500 ceros) universos. En la actualidad, es imposible demostrar si esta teoría es correcta o no mediante experimentos lo que ha generado escepticismo entre muchos físicos.
Teoría de la Inflación
No ocurre lo mismo con la teoría de la inflación. Ésta explica cómo, instantes después del Big Bang, el universo pasó, en menos de un segundo, de ser un punto diminuto a convertirse en la inmensidad que es hoy (y sigue creciendo).
El físico Alan Guth, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, propuso esta idea en 1980 para explicar, entre otros, por qué el universo es tan homogéneo y tiene el mismo aspecto en todas las direcciones. Desde entonces, físicos como Andrei Linde, de la Universidad de Stanford, han desarrollado aún más la teoría, que ha sido apoyada por las observaciones realizadas por satélites como Planck, de la Agencia Espacial Europea, de la radiación de fondo de microondas, el “eco” o brillo residual del Big Bang que llena el cielo.
Imagen del Universo captada por el satélite Planck. © Agencia Europea del Espacio (ESA)
En marzo de este año, el experimento BICEP2 realizado en el Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian anunció que había detectado la primera evidencia directa de la inflación, unas pequeñas ondulaciones en el tejido espacio-tiempo del cosmos llamadas ondas gravitacionales. El hallazgo fue recibido con júbilo por la comunidad científica y captó la atención de la prensa mundial. El vídeo en el que los autores del descubrimiento visitaban a Andrei Linde en su casa para darle la noticia se hizo viral.
¿Y qué tiene que ver ésto con la existencia de más universos? Se cree que la inflación ocurrió por fluctuaciones que tuvieron lugar en el cosmos instantes después del Big Bang. Como resultado de éstas podrían haberse formado varios universos burbuja que podrían contener átomos, estrellas e incluso planetas. Estas burbujas podrían seguir surgiendo en la actualidad. Nuestro universo sólo sería una de estas burbujas.
¿Es posible detectar estos universos?
Los científicos coinciden en que la única manera de comprobar si existen o no cosmos vecinos sería que el nuestro chocara con otro. Esto dejaría una huella en el universo que podríamos llegar a detectar con sofisticados experimentos pero las probabilidades de que esta colisión suceda son escasas. Poder visitar estos otros cosmos es, simplemente, imposible. Puede que algunos no fuesen ni tan siquiera aptos para la vida al estar formados por elementos químicos diferentes a los que conocemos y regidos por leyes físicas distintas a las nuestras.
¿Tiene sentido seguir investigando algo que es imposible de corroborar? Hay quienes opinan que se trata de un esfuerzo que no tiene valor científico ni mucha utilidad práctica. El hecho de que, el pasado mes de septiembre, nuevos datos del satélite Planck sugiriesen que la señal observada por el experimento BICEP2 podría ser solamente polvo alimentan esta postura.
Otros, en cambio, justifican seguir investigando en las teorías que defienden la existencia de universos extra porque éstas explican cosas que otras teorías no hacen y, por tanto, nos ayudan a comprender mejor la realidad. No parece, por tanto, que el debate vaya a tener fin.