Creo que la mayoría de nosotros nunca nos hubiéramos imaginado un gusano con patas: esa sí es una contradicción hasta biológica. Lo mismo le sucedió a la biología evolutiva con el “gusano” Hallucigenia, que ademas de patas, también tenía espinas en la espalda y una cabeza fácil de confundir con su cola.
Las espinas era acompañadas por 7 u 8 pares de patas, con garras. El animal medía unos 35 milímetros de largo y vivía en el fondo del océano, hace unos 505 millones de años. Pero desde 1970 este animal había estado causando pesadillas a los biólogos que no lograban vincularlo con ningún animal viviente, incluso fue apodado un “esperpento evolutivo”.
Fósil del Hallucigenia. © Museo Smithsoniano.
El fósil es tan raro que un inicio se interpretó al revés, con las espinas como si fueran patas, las patas se creían tentáculos y la cola se confundió con la cabeza. Fueron justamente las patas con garras lo que lograron vincular al Hallucigenia con un organismo “moderno” para poder crear algo similar a un “árbol genealógico evolutivo”.
Resulta que las patas de los Hallucigenia tienen una cutícula acomodada de una manera que resulta similar a la de una matrioska. Después de miles de años, esa estructura se puede encontrar en la boca de un gusano moderno, que no son más que apéndices modificados para masticar.
El Dr. Javier Ortega-Hernández, biólogo mexicano y con doctorado en Ciencias de la Tierra, fue co-autor del estudio y comentó sus implicaciones:
Pues sí, un gusano con patas extinto y un gusano moderno que masca por las patas vienen a recordarnos que la evolución es un proceso gradual y que las complejas estructuras de la vida como la conocemos no surgen de un día para otro; que los organismos en constante cambio suelen pasar por fases extrañas, y a veces perturbadoras.