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Google Glass plantea retos para la privacidad en el Reino Unido

La privacidad se ha convertido en un factor clave al momento de elegir una aplicación, servicio o dispositivo. Los datos que un usuario comparte pueden resultar útiles para funciones inteligentes, o bien para facilitar la vigilancia masiva. Es por esto que la tecnología vestible representa un reto para las autoridades de protección de datos a nivel internacional.

En el Reino Unido, luego de la noticia de la llegada de Google Glass a ese país, la autoridad en materia de privacidad ha hecho pública una primera aproximación al tema. Para la Oficina del Comisionado de Información (Information Commissioner’s Office, ICO), el futuro de la privacidad se encuentra en la tecnología vestible y algunos dispositivos de este tipo pueden violar las leyes en la materia dependiendo del uso que les dé el usuario.

A través de una entrada de blog, el Oficial de Tecnología de la ICO, Andrew Paterson, resaltó la necesidad de que tanto las gafas de Google como otros dispositivos del mismo estilo cumplan con las leyes del Reino Unido. Una de las principales razones es que estos gadgets pueden ser muy invasivos y tener un uso totalmente discrecional.

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Entonces, el punto importante será el uso que se le dé a las gafas. Si una persona las usa con fines personales, es muy probable que no haya problemas con la ley -ni con la sociedad-. Sin embargo, un uso innovador que no sea estrictamente personal tendría que ser cauteloso con la ley de protección de datos del Reino Unido.

Al respecto, un portavoz de la compañía indicó que las personas que rodean a un usuario de Google Glass no tendrían que preocuparse de que las gafas sean usadas con fines de espionaje, que es uno de las preocupaciones de Paterson:

Si bien es evidente que, por su forma, las gafas de Google pueden ser útiles para grabar o tomar fotografías en circunstancias que un teléfono o una cámara fotográfica no lo harían, tampoco es necesario cargar a este nuevo dispositivo con regulaciones excesivas. No se trata de una invitación a romper la ley, sino a reconocer que buena parte de la innovación requiere flexibilidad. Claro, con la privacidad por delante.

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