Durante la edición de este año del Mobile World Congress, Mark Zuckerberg expuso el proyecto Internet.org, el cual está siendo impulsado por Facebook y algunos otros actores de la industria.
Su finalidad es conectar a Internet al cerca del 60% de la población mundial que actualmente no cuenta con acceso. Los tres ejes en los que basa su estrategia son asequibilidad en el acceso a Internet, eficacia en la transmisión de datos y nuevos modelos de negocios.
Para el CEO de Facebook, un caso de éxito ha sido la alianza establecida con el operador paraguayo Tigo, que ha experimentado un incremento del 70% en el uso de datos móviles en su red desde que inició esta asociación. Como parte del acuerdo, la empresa de telefonía móvil ofrece una promoción en la que el acceso a Facebook y Facebook Messenger es gratuito para sus usuarios.
Esta medida resulta controvertida si es analizada a la luz del principio de neutralidad de la red, el cual indica que el contenido en Internet no debe ser discriminado por ningún factor. El debate alrededor de este principio ha cobrado notoriedad en los últimos meses y vivió uno de sus episodios más recientes hace un par de días, cuando Netflix cerró un acuerdo que le permitirá acceder de manera más directa a las redes de Comcast a cambio de un pago.
Lo preocupante de esta cuestión es que podría abrir la puerta a un sistema en el que los ISP fijos o móviles ya no se rijan por la entrega de mejor esfuerzo (best-effort delivery) y opten por privilegiar la transmisión de los datos pertenecientes a aquellas aplicaciones con las que tengan acuerdos comerciales.
En este escenario, las aplicaciones y empresas que no tuvieran los recursos económicos para cerrar este tipo de acuerdos, verían discriminados sus contenidos, lo que perjudicaría directamente al potencial de Internet para permitir la innovación sin pedir permiso.
Además, la estrategia de Facebook y sus asociados va en contra de la libertad de los usuarios de Internet para elegir los servicios y aplicaciones que utilizan. Si bien los datos pertenecientes a otras aplicaciones no son bloqueados, el hecho de que se cobre por consumirlos representa una forma de discriminación, orillando a que el usuario cambie sus hábitos y prefiera las aplicaciones de uso gratuito.
Por otra parte, podría orillar a que los usuarios se inclinaran por contratar el acceso móvil a Internet con los ISP asociados con Facebook, con las consiguientes implicaciones en materia de competencia económica que el hecho acarrearía.
Un esfuerzo auténtico por expandir el acceso a Internet debe centrar sus objetivos en permitir que los usuarios finales de Internet disfruten de la naturaleza abierta y neutral de la red. En pocas palabras, el acceso debe ser ofrecido a los usuarios sin restricciones ni incentivos que, siendo originalmente bien intencionados, pueden tornarse perversos.
La idea es que cada quién decida el uso que le da a su conexión, de modo que sea la innovación la que vuelva famosa a las aplicaciones y no su poder económico. En caso contrario, difícilmente podremos volver a conocer a un gigante de Internet nacido en un garaje o en una habitación universitaria.