Columna

Internet en Chile: 20 años después

Enero de 1992. Después de un año de peleas y trabajo duro, nos encontramos unos tres o cuatro profesionales expectantes, con un teléfono en conversación directa con un gringo en Estados Unidos y una consola conectada a un router, intentando que un simple PING lograra que el primer paquete IP de la historia de Chile hiciera el viaje de ida y de vuelta entre Santiago y Maryland, por el enlace de “alta velocidad” de 64 Kbps que nos conectaba. La frustración se apoderaba de nosotros a medida que el tiempo pasaba y no lográbamos que funcionara. Allá afuera, el resto del mundo nos ignora. Nosotros sentimos la emoción de estar haciendo algo épico, algo importante, pero que nadie más que nosotros conoce. Pero claro, en ese momento ninguno imagina que Internet va a cambiar el mundo.

Estamos en la sala de computadores del CEC, Centro de Computación de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, en Blanco Encalada 2120, segundo piso. En esa época, el CEC era como el centro del poder computacional en la Universidad, ocupaba un piso y medio del edificio, mientras mi pequeño Departamento de Ciencias de la Computación apenas tenía medio piso. El CEC contenía todos los servidores de la Facultad y manejaba la red interna, por lo que obviamente el enlace satelital que nos conectaría a Internet en Estados Unidos llegaba hasta allí.

Yo soy como una especie de asesor invitado. Vengo llegando de mi doctorado en Francia, donde fui usuario sistemático de Internet, por lo que me había transformado en el “experto” local, es decir, el único que conocía algo de Internet. Como siempre pasa, la gente me preguntaba cosas difíciles, yo buscaba las respuestas y terminaba aprendiendo, lo que hace que uno se vaya haciendo experto de verdad.

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Fue un difícil camino llegar hasta este momento: después de muchos años de cooperación, terminamos en una competencia a muerte entre la Universidad de Chile y la Universidad Católica por el liderazgo de estas iniciativas. Todas las primeras conexiones a las primitivas redes académicas que existieron en los ochenta fueron liderados por la Universidad de Chile, y nadie había objetado eso hasta aquí. Pero el primer enlace a Internet se ve como algo más serio, y las autoridades han reaccionado reclamando su parte en la acción.

También influyó en este ambiente de conflicto el retorno a la democracia: la Universidad de Chile esperaba aumentar fuertemente su influencia en el país, mientras la Universidad Católica temía perder el terreno ganado en dictadura. Después de muchos esfuerzos inútiles por aunar posiciones y cooperar, el resultado final fue un desastre: una loca carrera por lograr un enlace propio a Estados Unidos, duplicando el esfuerzo y la inversión requeridas, forzando a la National Science Foundation (NSF) a cambiar su política de “one country, one link” que habían logrado mantener difícilmente por mucho tiempo con los países que querían conectarse a Internet.

El hecho es que hemos terminado en esta sala del CEC, expectantes por lograr que el enlace funcione, y cumplir nuestro objetivo final antes que la Universidad Católica (que sabemos que está configurando su enlace al mismo tiempo). En un ataque de lucidez, el gringo abandona su idea de hacer conversar nuestro router con su modelo más avanzado (un modelo que revolucionará las redes, creado por un desconocido startup de California llamado Cisco), y nos conecta a un modelo idéntico al nuestro, el que logramos configurar para que finalmente nuestro PING obtenga respuesta. ¡Qué alegría ver pasar las líneas, una por segundo, reportando el tiempo de ida y vuelta (600 ms en estos enlaces) del PING! Era casi hipnótico, ¡como para quedarse mirando y asegurarnos que no fallara nunca!

Desgraciadamente, este modelo de competencia con dos enlaces generó un pésimo precedente para Chile. Recién una década después se logró un esquema de interconexión donde el tráfico nacional nunca saliera del país. Hasta entonces, grandes cantidades de tráfico ocupaban enlaces internacionales, primero entre la Universidad de Chile y la Universidad Católica, luego entre CTC (actualmente Movistar) y ENTEL. Siempre me ha quedado el sentimiento que esta competencia torpe fue un mal modelo para el desarrollo del Internet chileno.

Por otro lado, siento que nuestro esfuerzo temprano por conectarnos, de buena forma, fue fundamental para el desarrollo temprano de la red en Chile. Formamos profesionales por muchos años, con conexión a Internet, antes que nadie en la industria supiera que esto existía. Cuando fueron necesarios, ya estaban formados. Tanto el esfuerzo liderado por la Universidad de Chile (que fue comprado por CTC y formó la base del servicio Internet y de Terra) como el de la Universidad Católica (que pasó por muchos dueños y terminó en lo que hoy es Telmex) sirvieron para que la empresa privada estuviera mejor preparada para proveer Internet cuando la sociedad lo necesitó.

¿Por qué hicimos todo esto? ¿qué soñábamos en esos años? Resulta difícil recordar, y la mayoría de los recuerdos son inventados. Pero estoy seguro que, además de querer ganarle a la Católica, sentíamos la responsabilidad de darle a Chile un liderazgo regional. A eso le dedicamos mucho tiempo, esfuerzo y peleas. Y fue una batalla que valió la pena, que muestra cómo las locuras inútiles que suelen investigarse en las universidades pueden dar origen a grandes aportes al desarrollo del país.

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