La gran cantidad de energía que consumen los centros de datos que sustentan la inteligencia artificial está generando una alerta en Estados Unidos. Un reciente informe del Departamento de Energía revela que, para 2028, estos centros podrían consumir entre el 6.7% y el 12% del total de electricidad del país, superando incluso el consumo de naciones enteras como España o Italia.
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El estudio, elaborado por el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley, advierte que el crecimiento exponencial de la IA está poniendo una presión sin precedentes sobre la infraestructura eléctrica estadounidense. La tasa de aumento del consumo energético en estos centros se ha duplicado en los últimos años, pasando del 7% en 2014 al 18% entre 2018 y 2023. Expertos alertan que la red eléctrica actual no está preparada para soportar este ritmo de crecimiento.
La situación se agrava por la creciente inversión en proyectos de IA a gran escala. El presidente Trump anunció recientemente la creación de Stargate, una megaempresa destinada a desarrollar la infraestructura de inteligencia artificial más grande del mundo. Esta iniciativa, respaldada por gigantes tecnológicos como OpenAI y Oracle, promete una inversión de cientos de miles de millones de dólares en los próximos años.
Ante este panorama, la industria tecnológica está explorando nuevas fuentes de energía para alimentar sus centros de datos. La energía nuclear, en particular los pequeños reactores modulares (SMR), se presenta como una opción atractiva. Empresas como Microsoft, Google y Amazon han iniciado acuerdos con compañías energéticas para explorar esta vía. Los SMR ofrecen la ventaja de generar grandes cantidades de energía de manera más limpia y eficiente que las plantas nucleares tradicionales.
A pesar de que el Organismo Internacional de Energía Atómica promueve los SMR, muchos expertos advierten sobre los riesgos asociados a esta tecnología y la necesidad de realizar estudios más exhaustivos antes de su implementación a gran escala.
La creciente demanda energética de la IA plantea un dilema complejo para Estados Unidos. Por un lado, la IA tiene el potencial de revolucionar múltiples industrias y mejorar la calidad de vida de millones de personas. Por otro lado, su desarrollo desenfrenado amenaza con colapsar la red eléctrica y generar un impacto ambiental significativo. Encontrar un equilibrio entre estos dos extremos será uno de los mayores desafíos de las próximas décadas.