En la reciente edición de Consumer Electronics Show 2025, la robótica ha acaparado la atención del mundo tecnológico. De entre todos los tipos presentados, destacó un humanoide hiperrealista llamado Aria, un robot humanoide hiperrealista desarrollado por la empresa canadiense Realbotix.
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Aria no es un simple robot, sino explicado por sus creadores, es una compañera diseñada para interactuar con los humanos de una manera profundamente personal. Gracias a avanzados modelos de inteligencia artificial, esta robot es capaz de mantener conversaciones significativas, reconocer rostros y gestos, e incluso imitar comportamientos humanos. Su objetivo es claro: ofrecer compañía y mejorar la calidad de vida de las personas.
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Durante una demostración en el CES, Aria explicó que los robots de Realbotix están diseñados para establecer conexiones emocionales con los usuarios. “Mi propósito es proveer compañerismo, participar en conversaciones significativas y mejorar las experiencias humanas a través de la interacción y la diversión”, afirmó de primera voz la robot.
La compañía ofrece una variedad de modelos, desde bustos hasta robots de cuerpo completo capaces de realizar movimientos similares a los humanos. Todos ellos cuentan con un alto nivel de personalización, permitiendo a los usuarios adaptar la apariencia y la personalidad de sus robots a sus preferencias.
La aparición de Aria y otros robots humanoides plantea interrogantes sobre el futuro de la interacción humano-máquina. ¿Estamos preparados para establecer relaciones emocionales con robots? ¿Cómo afectará esta tecnología a nuestras relaciones sociales? Son preguntas que la sociedad deberá enfrentar en los próximos años.
Lo que es innegable es que los robots como Aria no paran de evolucionar y están redefiniendo los límites de la robótica social y abriendo nuevas posibilidades en campos como la asistencia a personas mayores o la terapia. Sin embargo, también es importante considerar las implicaciones éticas y sociales de esta tecnología en constante evolución