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Los “robotaxis” en China no paran de crecer: Se espera una cifra importante en 2025

Mientras, en Estados Unidos recién están dando sus primeros pasos.

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Robotaxi Los “robotaxis” en China no paran de crecer: Se espera una cifra importante en 2025

El mismo día que GM anunció que dejaría de inyectarle dinero a Cruise, su atribulada empresa de robotaxis, China, con todo el estilo de un piloto que pasa a máxima velocidad, decidió que ese sería un buen momento para presumir. Pony.ai, uno de los gigantes chinos en vehículos autónomos, soltó un bombazo: expandirán su flota de robotaxis de 250 a más de 1,000 vehículos para 2025.

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¿Cómo? Gracias a una alianza con GAC Aion, una división de uno de los mayores fabricantes de autos en el país. Pony.ai ya planeaba recorrer las principales ciudades chinas como Pekín, Shanghái y Shenzhen con una flota más grande y reluciente. Según ellos, su flota actual realiza más de 26,000 trayectos por semana, y con esta expansión, pretenden superar eso.

En resumen: mientras un lado se debate en un mar de dudas, el otro está ya pensando en comprar más pistas para correr.

China: cuando tienes todo a tu favor

¿Por qué a China le va tan bien en esta carrera? Bueno, no es que tengan una poción mágica, pero sí un cóctel perfecto de ingredientes: acceso a vehículos eléctricos baratos, un entorno regulatorio que no les pone trabas cada cinco minutos y el respaldo estatal que los mima como si fueran el hijo favorito.

Y Pony.ai no es el único corriendo a toda máquina. Baidu, otro peso pesado chino, está logrando que sus vehículos autónomos cuesten menos de 30,000 dólares gracias a su colaboración con Geely. Mientras tanto, en Estados Unidos, los grandes nombres como Ford y GM están abandonando proyectos como si fueran hobbies de fin de semana.

Cruise de GM y Argo AI de Ford están fuera de la pista, mientras las automotrices redirigen sus esfuerzos hacia tecnologías más conservadoras, como sistemas avanzados de asistencia al conductor.

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Estados Unidos y su paranoia con China

El éxito de los robotaxis chinos está provocando muchas miradas incómodas al otro lado del Pacífico. La administración Biden ya propuso regulaciones para bloquear el software y hardware de vehículos autónomos chinos, argumentando que podrían representar una amenaza para la seguridad nacional. Y, por supuesto, Donald Trump no podía quedarse callado: Ya prometió aranceles aún más severos para los productos chinos.

¿El problema? Este proteccionismo está poniendo las cosas complicadas para las empresas estadounidenses. Waymo, el líder en taxis autónomos en Estados Unidos, planea usar un vehículo eléctrico fabricado por la china Zeekr como su modelo de próxima generación. Sin acceso a opciones más económicas, las empresas americanas podrían quedarse en el taller mientras los chinos ya están probando sus vehículos en las calles.

¿Quién gana la carrera? Por ahora, nadie (pero China lleva ventaja)

Hay que ser sinceros: hasta el momento, ningún operador de robotaxis, ni en China ni en Estados Unidos, ha logrado ser rentable. Las flotas son pequeñas, la tecnología sigue siendo cara, y los ingresos apenas alcanzan para cubrir las facturas. Pero mientras en China todo apunta a que seguirán creciendo, en Estados Unidos la legislación sobre vehículos autónomos lleva más de seis años atascada en el Congreso, como un coche sin gasolina.

Por si fuera poco, algunas ciudades estadounidenses, como San Francisco, se muestran reticentes a la expansión de los robotaxis. Las autoridades locales han señalado problemas como bloqueos de autobuses y vehículos de emergencia, mientras los residentes han salido a protestar contra las nuevas normas que permiten más libertad a estos vehículos sin conductor.

China pisa el acelerador y EE.UU. busca las llaves del coche

Hoy, China no solo lidera en el despliegue de robotaxis, sino que también parece estar disfrutándolo. Sus empresas están creciendo, las ciudades están abriendo las puertas (y las calles) a los vehículos autónomos, y su gobierno sigue impulsando el sector con entusiasmo. En Estados Unidos, en cambio, el panorama es más complicado: regulaciones inciertas, costos elevados y una creciente desconfianza hacia la tecnología china están poniendo freno a sus avances.

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