La historia de la humanidad está repleta de mentes brillantes que marcaron un antes y un después en la ciencia. Desde que se mide el coeficiente intelectual de las personas, diferentes instituciones ponen el foco de atención sobre quienes sacan los puntajes más elevados, con la intención de que se desarrollen en diferentes campos científicos y realicen un aporte a nuestro crecimiento como raza.
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Una de esas mentes de las que se esperaba mucho, era la de William James Sidis, alguien a quien se lo llegó a considerar como la persona más inteligente de toda la historia. Tenía un IQ que marcaba entre 250 y 300, el doble de lo que tenía, por ejemplo, Albert Einstein (160). Sin embargo, la capacidad mental que tenía terminó siendo su propia condena.
Nació en 1898 y murió en 1944, a los 46 años, solo y de un derrame cerebral. Fue alguien de quien se esperaba que marcara un punto de inflexión en la historia, pero tanto foco de atención mediática lo alejó, hasta el punto de que se aisló de cualquier contacto físico, ya que la prensa siempre quería reseñar cuestiones referentes a su historia.
Aprendió a leer antes de los dos años
Cuentan los registros históricos, que William James Sidis aprendió a leer a los 18 meses. Su padre, Boris Sidis, era un psicólogo conocido, y su madre, Sarah Mandelbaum Sidis, era médica. Ambos lo ayudaron a que desarrollara sus habilidades cognitivas con mayor eficacia que un niño normal.
Algo lograron, ya que a los seis años era capaz de dominar idiomas como latín, griego, ruso, francés, hebreo y alemán, reseña Bio Bio.
Su precoz desarrollo intelectual lo llevó a ser admitido en la Universidad de Harvard cuando tenía solo 11 años, lo que lo convirtió en uno de los estudiantes más jóvenes en ingresar a esta prestigiosa institución
Durante su estancia en Harvard, Sidis dio una conferencia sobre geometría de cuatro dimensiones ante la Sociedad de Matemáticas de Harvard, lo que asombró a los profesores y estudiantes. Sin embargo, la atención mediática y las expectativas sociales comenzaron a afectarlo. A pesar de su brillantez, Sidis tenía dificultades para socializar, y la presión de ser una “maravilla infantil” le causó un gran estrés emocional.
Después de graduarse de Harvard, William James Sidis decidió alejarse de la ciencia y se dedicó a tener trabajos de bajo impacto científico, para evitar la atención de los medios. Tenía dificultades para socializar y por consecuencia tenía pocos amigos.