La IA tiene el potencial de transformar la sociedad en formas inimaginables, pero también plantea serias preocupaciones éticas. Estas preocupaciones han llevado a actores inesperados a unirse en un esfuerzo común para abordar las implicaciones éticas de la IA, y uno de los ejemplos más sorprendentes es la colaboración entre la iglesia católica y Microsoft, que han encontrado un terreno común en la búsqueda de un enfoque ético para la inteligencia artificial.
PUBLICIDAD
La colaboración comenzó cuando Brad Smith, presidente de Microsoft, y el padre Paolo Benanti, asesor del Papa Francisco en ética y tecnología, se encontraron en el Vaticano hace cinco años. Juntos, trabajaron en el “Llamado de Roma para la Ética en la IA”, un documento que promueve principios como la transparencia, la inclusión y la responsabilidad en el desarrollo de tecnologías digitales.
Peligros potenciales de la IA
El padre Benanti comparte advierte que la desinformación es una nueva amenaza que podría disolver el “pegamento social” que mantiene cohesionadas a las comunidades.
Benanti destaca que los sistemas automatizados de toma de decisiones, que dependen de grandes volúmenes de datos, pueden amplificar los sesgos existentes en la sociedad, perpetuando así la desigualdad y la discriminación. Asimismo, subraya que la historia de la tecnología ha sido siempre la de mejorar las capacidades humanas; sin embargo, esto solo será posible si la tecnología se desarrolla y se aplica de manera ética y responsable.
IA y la iglesia católica
El Papa Francisco ha puesto un fuerte énfasis en temas como la migración, el cambio climático y, más recientemente, la inteligencia artificial.
Para la Iglesia Católica, la IA no es solo una cuestión técnica, sino también una cuestión moral. La Iglesia está interesada en cómo la tecnología afectará a la humanidad y qué implicaciones éticas tendrá su uso.
Benanti explica que la Iglesia está “mirando al horizonte” y tratando de anticipar los desafíos éticos que surgirán con el avance de la tecnología.
En este escenario, es crucial que haya un debate social sobre cómo deben estructurarse estas regulaciones para garantizar que sean justas y eficaces. Y es que la ley, por sí sola, no puede garantizar un desarrollo ético de la IA; es necesario un compromiso continuo con los principios éticos y un debate abierto sobre las implicaciones de la tecnología.