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Padres que se encierran en celdas: el inusual método para conectar con hijos depresivos o problemáticos

El aislamiento va desde unas semanas hasta varios meses. En este tiempo, los padres reflexionan sobre la relación con sus hijos.

En Corea del Sur, un grupo de padres ha decidido tomar una medida extrema para poder conectar con sus hijos: aislarse en celdas minimalistas. El objetivo no es flagelarse, sino experimentar el “hikikomori”.

El hikikomori es un término japonés que se refiere al aislamiento social extremo en pequeñas “celdas”, fenómeno muy común entre los jóvenes. En Corea del Sur, esto ha llevado a algunos padres a buscar soluciones innovadoras para reconectar con sus hijos.

¿Qué hacen los padres durante su tiempo en las celdas?

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Estas celdas ofrecen un espacio para la reflexión y el autoconocimiento. Los padres deben adaptarse a una rutina estricta, sin distracciones ni comodidades. El objetivo es generar empatía y comprensión hacia sus hijos que, a menudo, se sienten incomprendidos y aislados.

Dentro de las celdas, apodadas “fábricas de felicidad”, los padres visten uniformes azules y solo reciben comida a través de un pequeño agujero en la puerta. Sin celulares ni computadoras, se sumergen en la soledad.

Las fábricas de felicidad han generado un debate en la sociedad coreana. Algunos lo ven como un gesto desesperado, mientras que otros lo consideran un paso valiente hacia la comprensión y la conexión. Ahora bien, para los padres que optan por este camino, es una oportunidad para sanar heridas y fortalecer la relación con sus hijos.

¿Vale la pena?

Aunque este método no es para todos, es un ejemplo de la determinación (y, en ocasiones, también de desesperación) de algunos padres para establecer vínculos con sus hijos. Así, en una sociedad cada vez más conectada, el hikikomori es un recordatorio de la importancia de la empatía y la comprensión en las relaciones humanas.

Jin Young-hae y Park Han-sil (seudónimos) hablaron con la BBC acerca de su experiencia. Ambas son madres de jóvenes de 24 y 26 años, respectivamente. En caso de Jin, optó por internarse en una fábrica de felicidad para entender por qué su hijo permanecía encerrado en su habitación sin preocuparse por su higiene ni de su alimentación. En el caso de Park, su hijo cortó todos los lazos con el mundo exterior desde hace siete años y se resiste a tomar la medicación recomendada por los médicos.

Jin y Park son apenas dos de los muchos casos de personas que han optado por el hikikomori y, aunque algunos podrían ver esta práctica como “estar en una prisión”, ellas lo han abordado como una oportunidad para experimentar lo que sienten sus hijos y, quizás, encontrar un camino para mejorar su relación con ellos.

Al igual que en otros casos, Jin y Park han reportado un cambio significativo en su percepción o en su capacidad para conectar con sus hijos. En la fábrica de la felicidad, Jin descubrió que su hijo se protegía con el silencio porque sentía que nadie lo entendía. Park, por su parte, aprendió a aceptar la forma en que su hijo lleva su vida, tal como es, sin intentar imponerle un molde predefinido.

¿Es este aislamiento una solución o un parche a un problema más profundo?

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La estadística es alarmante: más de 540.000 personas en Corea del Sur viven en aislamiento, muchos de ellos jóvenes que se sienten abrumados por la presión laboral, las relaciones interpersonales y los problemas familiares. El aislamiento voluntario se presenta como una opción para escapar del estrés, ¿pero es realmente una solución?

El debate está abierto. Mientras algunos ven en el aislamiento una forma de autoreflexión y crecimiento, otros lo consideran una manera de huir de los problemas.

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