En un futuro no muy lejano, la idea de construir casas en Marte podría quedar obsoleta. En lugar de erigir estructuras con ladrillos y cemento, podríamos ver cómo estas viviendas crecen de manera natural, como setas en el bosque.
Esta innovadora visión está tomando forma gracias a una colaboración fascinante entre la empresa estadounidense Redhouse y la NASA, que están explorando un método revolucionario para colonizar otros planetas utilizando recursos locales.
Y es que, en la actualidad, enviar medio kilogramo de mercancía al espacio cuesta casi 1 millón de euros. Este exorbitante costo ha llevado a científicos e ingenieros a buscar soluciones más eficientes y sostenibles para establecer colonias en la Luna, Marte y otros cuerpos celestes.
Es aquí donde entra el concepto de ISRU (utilización de recursos in situ): en lugar de llevar todos los materiales necesarios para construir, la idea es aprovechar lo que ya está disponible en estos lugares. Este enfoque no solo reduce costos, sino que también facilita la creación de asentamientos de forma más rápida y eficiente.
La magia de la fungicultura
La propuesta de Redhouse se centra en la fungicultura, es decir, el cultivo de hongos en un medio controlado. Los científicos han descubierto que los hongos pueden combinarse con agua y polvo lunar o marciano para crear un material sorprendentemente resistente, que podría superar incluso la fortaleza del hormigón. Este material no solo es innovador, sino también sostenible, ya que podría ser producido en el mismo entorno en el que se va a utilizar.
El proceso sería relativamente sencillo: una vez que se tenga el polvo y el agua necesarios, los hongos crecerían en un entorno controlado, formando estructuras que, en lugar de ser construidas, se “cultivan”. Esto abre un mundo de posibilidades para la construcción en entornos hostiles como Marte, donde las condiciones son extremadamente diferentes a las de la Tierra.
Proyecto Mycotecture Off Planet
La NASA ha apoyado este enfoque mediante el proyecto Mycotecture Off Planet, que se encuentra en su tercera fase. Con una financiación cercana a los US $2 millones, el objetivo es desarrollar tecnología que permita crear hábitats utilizando hongos en el espacio.
Este esfuerzo se enmarca dentro del programa NIAC (Innovative Advanced Concepts), que busca explorar ideas que puedan parecer futuristas pero que tienen el potencial de cambiar nuestra forma de vivir en el cosmos.
Chris Maurer, fundador de Redhouse, dice que la resistencia del material no es tan crucial en Marte o la Luna, debido a la menor gravedad.
“La fortaleza no importa demasiado, porque la gravedad es mucho menor y las fuerzas de construcción irán hacia afuera, ya que estás en un habitáculo presurizado”, indica.
Esto significa que la clave está en crear un material que pueda resistir la presión exterior en lugar de la compresión.
Crecimiento y adaptabilidad
Una de las características más intrigantes de este proyecto es la capacidad de las estructuras para crecer y adaptarse. Al utilizar un material micológico combinado con algas y esporas terrestres, las edificaciones podrían variar en tamaño y forma según las necesidades de los colonos. Esto no solo ahorra costos en transporte, sino que también permite una flexibilidad que no se puede lograr con los métodos de construcción tradicionales.
Además, el tiempo de construcción es impresionante. Se estima que los hábitats podrían levantarse en un plazo de entre uno y dos meses, dependiendo del tamaño. Y si hablamos de tiendas de campaña basadas en este material, podrían desplegarse en cuestión de horas, ofreciendo refugio inmediato a los futuros exploradores espaciales.
Beneficios adicionales
Además de su sostenibilidad y rapidez, el uso de materiales micológicos podría ofrecer una protección adicional contra la radiación.
La melanina presente en los hongos actúa como un escudo natural, lo que podría ser fundamental para proteger a los colonos de la radiación electromagnética que hay en el espacio. Aunque aún se necesita investigar más sobre el grado de efectividad de estas estructuras, el potencial es prometedor.
Y aunque la posibilidad de vivir en casas que crecen en Marte no es solo una fantasía de ciencia ficción; es un paso hacia la realidad. Así, a medida que avanzan las investigaciones y se desarrollan nuevas tecnologías, esta propuesta podría cambiar drásticamente nuestra forma de pensar sobre la colonización espacial.