Los vuelos espaciales presentan una serie de desafíos biológicos significativos para los astronautas, desafíos que han sido explorados en estudios como el Atlas de Ómicas Espaciales y Medicina (SOMA).
Esta investigación, liderada por Christopher Mason y su equipo, tiene como objetivo abordar y mitigar las dudas sobre cómo el entorno espacial afecta la salud humana.
Y es que, investigaciones de esta índole, son esenciales para preparar a la humanidad para futuras misiones a la Luna o a planetas como Marte, pero también para entender cómo proteger mejor a los astronautas en sus viajes.
¿Cómo preparar a los seres humanos para viajar a la Luna y a Marte?
Michael Snyder, genetista de Stanford, subraya la importancia de entender cómo el cuerpo humano reacciona al estrés extremo, tanto físico como cognitivo, y hace hincapié en la necesidad de saber cómo reacciona la condición humana a la radiación y a las fuerzas extremas de aceleración, además de los cambios en el ritmo circadiano del cuerpo (o ciclo del sueño).
¿Cómo se ha avanzado en salud espacial desde el programa Apollo?
Desde sus inicios en la década de 1960, las investigaciones sobre la salud en el espacio han avanzado significativamente.
Los astronautas del Programa Apollo usaban arneses con biosensores para monitorizar su corazón y los pulmones y, además, se sometían a exhaustivos exámenes físicos y pruebas antes y después del vuelo. Los mismos decían experimentar dolores de espalda debido a la micro gravedad, así como destellos de luz por la radiación y otros cambios en la salud. Sin embargo, esto era solo el comienzo.
Estudio de los gemelos de NASA
Durante las últimas dos décadas, la Estación Espacial Internacional (EEI) ha funcionado como un laboratorio biológico en órbita. Allí se han investigado diversos aspectos que afectan la salud de los astronautas, desde los cambios bacterianos, hasta su pérdida ósea y deformación cerebral.
En 2015, el “Estudio de los gemelos de NASA” proporcionó una oportunidad única para comprender cómo el ambiente espacial afecta la biología a nivel más pequeño. En este experimento, un astronauta (Scott Kelly) permaneció un año en la EEI mientras su gemelo idéntico, Mark Kelly, también astronauta, se quedó en la Tierra.
Revelaciones genéticas
Comparando directamente a los gemelos, los biólogos pudieron investigar los efectos genéticos del espacio. Al regresar a la Tierra, los telómeros de Scott (los extremos de los cromosomas que protegen el material genético) se habían alargado.
Los resultados preliminares indican que, incluso viajes cortos, pueden alterar la biología humana de maneras que parecen no revertirse completamente e, incluso, las investigaciones están comenzando a sugerir diferencias entre hombres y mujeres.
Según Mason, el reconocimiento temprano de estos efectos es crucial para futuras misiones a destinos como la Luna y Marte. Y es que, con cada nuevo estudio, los científicos comprenden mejor cómo proteger a los astronautas y, eventualmente, permitir que la humanidad dé el gran salto hacia convertirse en una especie interplanetaria.