Mercurio, el más pequeño de los cuatro planetas rocosos del Sistema Solar (su núcleo masivo de hierro mide apenas 4,879 kilómetros de diámetro), esconde secretos que desafían la lógica astronómica.
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Al ser el planeta más cercano al Sol, experimenta variaciones extremas en la temperatura de su superficie que superan los 430 ºC durante el día, mientras que las noches son brutalmente frías, bordeando los -180 ºC. Incluso cuenta con regiones de sombra permanente en sus polos que jamás ven la luz solar y están cubiertas de hielo.
Según la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), dado que Mercurio se ubica a tan solo 58 millones de kilómetros del Sol, es capaz de completar una órbita en apenas 88 días terrestres. Sin embargo, a pesar de su velocidad orbital, tarda 58 días en girar sobre su propio eje.
Un pasado turbulento y misterioso
La superficie de Mercurio está llena de cráteres profundos, algunos tan oscuros que nunca han visto la luz del Sol. Estos cráteres indican una intensa actividad volcánica y tectónica en el pasado. Sin embargo, también podrían ser secuelas de un desplazamiento forzado desde otro punto de la galaxia hasta su posición actual, debido a un violento impacto con otro cuerpo celeste.
En efecto, la ESA sugiere que el impacto que pudo haber trasladado a Mercurio más cerca del Sol provocó una gran cantidad de “escombros” que, eventualmente, llevaron a la formación de la Luna, hace unos 4.500 millones de años.
Datos de la sonda Messenger de la NASA (que llegó a Mercurio en marzo de 2011 tras un viaje de 7 años) revelan que este planeta tiene una abundancia inusual de potasio (un elemento volátil que se evapora fácilmente) y muy poco torio, un elemento radiactivo abundante en los planetas cercanos al sol. Este descubrimiento refuerza la teoría de que Mercurio se formó inicialmente mucho más lejos del Sol y más cercano a la ubicación que hoy tiene Marte, ya que, en teoría, los planetas cercanos a nuestra estrella deberían tener menos potasio y mucho más torio.
Explorar Mercurio: ¿una misión imposible?
La proximidad al Sol y las temperaturas extremas de Mercurio hacen que las misiones espaciales sean desafiantes. Tanto la misión Messenger como la Mariner 10 (la primera en sobrevolar Mercurio tras su lanzamiento el 3 de noviembre de 1973) lograron acercarse a este planeta, pero sus encuentros fueron breves debido a la intensidad del Sol. ¡La luz solar en Mercurio es diez veces más brillante que en la Tierra!
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Datos de National Geograpic señalan que el incluso el Telescopio Espacial Hubble, capaz de capturar imágenes de objetos tan distantes de la galaxia como sea posible, evita tomar fotografías de Mercurio por temor a que se dañe su óptica. No es de extrañar que la ESA lo considere uno de los planetas más difíciles de observar.
Una nueva misión
Dicho esto, hay una nueva misión en marcha: BepiColombo será la tercera sonda en visitar el planeta. Está previsto que alcance su órbita en marzo de 2026. El satélite se encuentra viajando dentro de algo así como un “horno de pizza” que, se estima, podrá soportar el calor en Mercurio.
Es tanto así que el 85% de la tecnología a bordo ha sido diseñada específicamente para la misión, pues las condiciones extremas del planeta han demostrado que no es viable “reutilizar” la misma tecnología de misiones pasadas.