La carrera de las mujeres en la NASA comenzó hace más décadas de lo que comúnmente se conoce. Y es que la agencia espacial norteamericana se fundó en 1958, y no fue hasta 1978 que se “seleccionó” al primer grupo de astronautas femeninas. Ya en 1983, Sally Ride se convirtió en la primera estadounidense en viajar al espacio, lo que fue resultado de años de lucha contra las barreras de género en un campo dominado por hombres. Claro que hay una historia mucho más antigua y poco contada, que sentó las bases y la presencia de las mujeres en la industria aeroespacial: Las Mercury 13.
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Todo comenzó entre 1959 y principios de la década de los 60′, cuando las mejores trece pilotos y entrenadoras de Estados Unidos fueron llamadas para formar parte del secreto “Programa Lovelace”, que buscaba evaluar su resistencia para ser astronautas, enfrentándose a los mismos exámenes que los Mercury 7, los primeros cosmonautas de la NASA. ¿El problema? Ellas nunca llegaron a volar ni tuvieron la oportunidad de hacer historia en el espacio.
La olvidada historia de las Mercury 13
Antes de que el ser humano viajara por primera vez al espacio, e incluso posteriormente, las dudas sobre los efectos en el cuerpo eran grandes interrogantes que poco y nada se podían responder desde la Tierra. No obstante, la intención de la NASA era clara: Liderar la industria por sobre otros países.
Por eso, mientras los Mercury 7 se preparaban físicamente para su despegue, el general médico Donald Flickinger y Randolph Lovelace, director del Comité Espacial de Bioastronáutica de la agencia espacial, decidieron formar el programa secreto WISE (Women in Space Earnest).
La primera en ser contactada fue Jerrie Cobb, quien desde muy joven se había dedicado a la aviación, superando numerosos desafíos y prejuicios. A los 28 años ya había roto récords mundiales y recibió el título de mejor piloto en Estados Unidos, por lo que la llamada de Lovelace marcó el inicio de una nueva aventura: demostrar que su género también podía luchar por convertirse en astronauta.
Así, la primera de las Mercury 13 superó todas las pruebas físicas y psicológicas a las que fue sometida, incluyendo descargas eléctricas, hielo en los tímpanos, enfrentarse a la radioactividad y a horas de aislamiento sensorial total. De hecho, según los registros, estos test fueron más duros con ella que con los hombres del plantel, y sirvió para comprobar que las mujeres son más resistentes y se quejan menos.
Tras ello, la decisión de reclutar más aviadoras fue unánime, y de 19 candidatas se seleccionó a otras 12: las gemelas Janet y Marion Dietrich, Irene Leverton, Myrtle Cagle, Janey Hart, Gene Nora Stumbough, Jerri Sloan, Rhea Hurrle, Sarah Gorelick, Bernice Trimble Steadman, Jean Hixson y Wally Funk.
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Este grupo debió dejar su trabajo y a sus familias de lado para soportar un entrenamiento crudo, que luego implicaría luchar contra las barreras institucionales y la reticencia de los militares a usar sus instalaciones para aceptar mujeres, junto con la falta de apoyo de la NASA, factores que finalmente dejaron a estas pioneras sin poder alcanzar las estrellas.
Y es que literalmente su programa fue cancelado de un momento a otro; a días de su viaje al espacio, recibieron un telegrama que decía “el programa se cancela y tienen que devolver el adelanto para el viaje”, terminando así con el sueño.
¿Qué pasó con las Mercury 13?
La lucha de las Mercury 13 continuó en las décadas venideras. Jerrie Cobb y Janey Hart llevaron su caso al Congreso, donde se encontraron con la oposición de figuras destacadas como los astronautas John Glenn y Scott Carpenter, quienes alegaron que la prioridad debería ser competir con la Unión Soviética y no las cuestiones de género.
Incluso Jacqueline Cochran, una piloto que había roto múltiples barreras para las mujeres en la aviación, testificó en contra de las 13 mujeres.
Luego de ello muchas continuaron sus carreras en la aviación. Jerrie Cobb, por ejemplo, dedicó el resto de su carrera a la aviación humanitaria en el Amazonas, lo que la llevó a ser nominada al Premio Nobel de la Paz.
Mucho años después, la contribución de las Mercury 13 fue finalmente reconocida cuando en 1995 Eileen Collins se convirtió en la primera mujer astronauta piloto de la NASA y las invitó a su lanzamiento en un gesto simbólico por su batalla política y social que dio pie al derecho de las mujeres a participar en la carrera espacial.