Hace casi un año, en junio de 2022, los científicos que trabajaban con el radiotelescopio australiano ASKAP se encontraron con un evento cósmico que dejaría a la comunidad científica en vilo. Un fugaz estallido de ondas de radio, con una duración efímera de apenas 0.2 milisegundos, capturó la atención de los investigadores.
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Lo que hizo que este evento fuera aún más asombroso fue su potencia: contenía la misma cantidad de energía que emite el Sol en 30 años. Pero lo más revelador es que este estallido, bautizado como FRB 20220610A, provino de una galaxia situada a 8.000 millones de años luz, convirtiéndose en la ráfaga de radio rápida (FRB) más antigua y distante que se haya registrado hasta la fecha.
Un equipo de científicos liderado por Stuart Ryder de la Universidad Macquarie y Ryan Shannon de la Universidad de Swinburne publicó sus hallazgos en la prestigiosa revista Science. El descubrimiento de esta lejana ráfaga, y la habilidad para rastrear su origen en un grupo de galaxias distantes, ha abierto una nueva ventana al misterio de la materia perdida en el universo, lo que plantea una de las preguntas fundamentales de la cosmología moderna: ¿dónde se encuentra la materia que falta para explicar la acelerada expansión del universo?
Un destello de 200 microsegundos
Según Ryan Shannon, uno de los científicos involucrados en la investigación, “el estallido fue increíblemente corto, con tan solo 200 microsegundos de ancho. Esto es sorprendente teniendo en cuenta que la señal viajó durante 8.000 millones de años para llegar a la Tierra”.
Los FRB, o estallidos rápidos de radio, son destellos fugaces de radiación que viajan a través del espacio, la mayoría de las veces desde otras galaxias, antes de ser detectados por nuestros radiotelescopios. Muchos científicos creen que estos estallidos podrían tener su origen en estrellas de neutrones altamente magnetizadas, conocidas como magnétares, que poseen campos magnéticos mil millones de veces más fuertes que las máquinas de resonancia magnética.
La “materia perdida” a la que se hace referencia es la materia bariónica, la misma de la que están compuestas las estrellas, las galaxias y las personas. A pesar de que sabemos cuánta de esta materia se produjo durante el Big Bang, al mirar al cielo, incluso con los mejores telescopios, parece que al menos la mitad de esta materia es invisible. Esto lleva a la necesidad de postular conceptos como la energía y la materia oscura para explicar la velocidad de rotación y separación de las galaxias.
Según Nanda Rea, astrofísica del CSIC que no participó en el estudio, “cuando medimos estas ráfagas, sabemos que las ondas de radio interactúan con la materia, y dependiendo de cuánta materia hay, estas ondas experimentan un retraso gradual”. Esto significa que al analizar múltiples FRB con fuentes de emisión conocidas, se puede calcular la cantidad de materia que se encuentra entre las galaxias, lo que contribuye a descifrar el enigma de la materia perdida.
El trabajo de científicos resulta fundamental para comprender estos eventos. Estudiar magnétares cercanos brinda una visión más detallada de estos fenómenos, y sus investigaciones contribuyen a avanzar en la resolución del enigma de la materia perdida. Sin embargo, quedan desafíos por resolver, como determinar cuánta de la materia detectada con los FRB proviene de la propia galaxia de origen.