En 1974, el astronauta Michael Collins escribió Carrying the Fire, donde plasmó sus recuerdos como el hombre que llevó a Neil Armstrong y Buzz Aldrin a la Luna en 1969.
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Poco se conoce sobre Collins, comparado con Armstrong, comandante del Apolo 11 y primera persona en pisar la superficie lunar; y Aldrin, que no no solo fue el segundo en la proeza, sino el único que está vivo de los tres en la actualidad.
Además, se une su personalidad, la de un hombre tímido, quizás sin el liderazgo de Armstrong o el carisma algo ególatra de Aldrin. Era un hombre que solo cumplía con su deber, sin mayores aspavientos.
Collins permaneció en órbita en el lado oculto de la Luna, mientras Neil Armstrong y Buzz Aldrin bajaban a la superficie. De esa experiencia dejó en sus memorias lo que significó para él estar en la zona.
La soledad de Michael Collins
“No quiero negar un sentimiento de soledad”, dijo el astronauta de la NASA. “Está ahí, reforzado por el hecho de que el contacto por radio con la Tierra se acorta abruptamente en el instante que desaparezco detrás de la Luna”.
“Ahora estoy solo, verdaderamente solo y absolutamente aislado de cualquier vida conocida. Soy eso. Si se hiciera un recuento, la puntuación sería tres mil millones más dos en el otro lado de la Luna y uno más sólo Dios sabe qué en este lado”, aludiendo a la cantidad de habitantes de la Tierra para ese entonces más Armstrong y Aldrin.
“Lo siento poderosamente, no como miedo o soledad, sino como conciencia, anticipación, satisfacción, confianza, casi exultación. Me gusta la sensación”, reconoció.
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Al estar en el lado oculto de la Luna, tenía un escenario tremendo para ver. Lo describió extraordinariamente.
“Fuera de mi ventana puedo ver estrellas, y eso es todo. Donde sé que está la Luna, simplemente hay un vacío negro; la presencia de la Luna se define únicamente por la ausencia de estrellas. Comparar la sensación con algo terrestre es imposible”.
Michael Collins moriría el 28 de abril de 2021, víctima del cáncer. Tenía 90 años.