La Luna, como la Tierra, está compuesta por diferentes capas, que incluyen la corteza, el manto y el núcleo. A diferencia de nuestro planeta, el núcleo del satélite natural está hecho de hierro y níquel, lo que la convierte en la segunda luna más densa de nuestro Sistema Solar, después de Io, una de las lunas de Júpiter.
Nuestra luna tiene un núcleo interior sólido con un diámetro de aproximadamente 480 kilómetros. Un núcleo exterior de hierro líquido fundido eleva el diámetro total del núcleo a unos 660 kilómetros. Esto es pequeño en comparación con otros cuerpos celestes, como la Tierra, que suelen tener núcleos que representan la mitad de su diámetro total.
Como explica un informe de Slash Gear, la litosfera de la Luna es la capa más externa y tiene un grosor de aproximadamente 620 millas. El manto lunar tiene alrededor de 839 millas de ancho, mientras que la corteza lunar es relativamente delgada, con solo 31 millas de grosor.
¿Qué hay debajo de la superficie lunar?
En 2011, la NASA lanzó el instrumento de radiofrecuencia en miniatura (Mini-RF) a bordo del Lunar Reconnaissance Orbiter (LRO) para estudiar la Luna. Su misión original era buscar hielo en la superficie lunar, pero posteriormente hizo un descubrimiento interesante.
El Mini-RF midió una propiedad eléctrica en el suelo lunar llamada constante dieléctrica. Descubrió que esta propiedad aumentaba en los cráteres de uno a tres millas de ancho, pero permanecía constante en los cráteres de tres a 12 millas de ancho. Los científicos vincularon este aumento en la constante dieléctrica con la concentración de minerales metálicos en los cráteres más grandes.
Estos descubrimientos respaldan la idea de que debajo de la superficie lunar podría haber depósitos de minerales metálicos, lo que plantea la posibilidad de futuras misiones de minería lunar. Estos recursos minerales podrían ser de gran interés para la exploración espacial y la colonización lunar.