Con la fuerte influencia de la religión sobre la ciencia, además de los pocos avances en la materia, durante muchos siglos se pensó que la Tierra era el centro del Universo: esto era el geocentrismo. La lógica de la época apuntaba a que, al ser una creación de Dios, todo giraba alrededor del planeta, incluyendo el Sol.
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Al menos desde el siglo II después de Cristo se pensó que esto era así. Uno de los primeros postulantes fue el matemático y astrónomo griego Claudio Ptolomeo, perfeccionando las ideas iniciales de Aristóteles.
El argumento principal del geocentrismo es que la Tierra parece estacionaria, y que los demás cuerpos celestes se mueven a su alrededor.
Ptolomeo propuso un modelo complejo de epiciclos y deferentes: los epiciclos eran círculos pequeños que giraban alrededor de círculos más grandes, llamados deferentes. De acuerdo con esto, los planetas se movían en los epiciclos, mientras que los deferentes giraban alrededor de la Tierra.
El final del geocentrismo, para dar paso al heliocentrismo
La fuerza de la religión y la falta de alternativas científicas en las distintas épocas permitieron que el geocentrismo se mantuviera por casi 1.500 años.
“En la antigüedad”, apunta la Sociedad Española de Astronomía, “el geocentrismo parecía ser la teoría correcta. Finalmente, su aceptación por la Iglesia y el feudalismo la convirtieron en la teoría dominante hasta el Renacimiento”.
Hasta que, en el siglo XVI, el astrónomo polaco Nicolás Copérnico propuso una nueva teoría: el heliocentrismo.
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Este sostenía que el Sol era el centro del universo, la estrella principal a cuyo alrededor giraban tanto planetas como otros cuerpos celestes.
Con el paso del tiempo, la comunidad científica y la sociedad, incluyendo a la poderosa Iglesia Católica de la época, fueron aceptando al heliocentrismo como la teoría astronómica dominante.
Finalmente, el geocentrismo pasó al olvido… aunque en la actualidad quedan los terraplanistas, que pueden ocupar ese lugar, con la salvedad de que los geocentristas no tenían cómo convencerse científicamente, y los terraplanistas sí (aunque no quieren).