La era de los telescopios espaciales inicia en 1990, con el lanzamiento del Hubble por parte de la NASA y la ESA. Tres décadas más tarde, a este par de agencias espaciales se unieron la japonesa (JAXA), la canadiense y un conglomerado de organizaciones gubernamentales que aportaron buenas cantidades de dinero para la construcción del James Webb.
La plata no estuvo mal invertida. El alcance del observatorio orbital es sorprendente. Ahora los científicos tienen la posibilidad de mirar hacia los lugares más recónditos del universo temprano, para intentar llegar hacia el inicio de la existencia, en el llamado Big Bang.
Una de las tantas demostraciones de la nitidez y el alcance que tiene el Telescopio Espacial James Webb aparece en unas imágenes que se tomaron de los restos de una estrella esparcida, en una región que se ubica a unos 2.600 años luz de distancia.
Esta misma zona del universo, conocida como la Nebulosa del Anillo, fue capturada por el Telescopio Espacial Hubble, en el 2013. Lo que aparece en las imágenes ayudó al avance de la investigación sobre lo que sucede con las estrellas cuando mueren, ya que en algunos casos se forma una Supernova.
Pero la calidad que logra captar el Webb es tan impresionante, que incluso se puede ver lo que hay detrás de estos elementos de la estrella esparcida.
“Juntos, Hubble y Webb están revelando apasionantes descubrimientos sobre la Nebulosa del Anillo, lo que permitirá a los científicos aprender más sobre las nebulosas planetarias. Este tipo de nebulosa recibió su nombre debido a su apariencia cuando se ve a través de pequeños telescopios, pero en realidad estas nebulosas son los restos de una estrella moribunda”, explicó el sitio AstroF.3 en su cuenta de Instagram.