En 2006, el Sistema Solar pasó de tener 9 planetas a solo 8. La Unión Astronómica Internacional decidió que Plutón no podía ser considerado uno de ellos, degradándolo. ¿El motivo? La llamada dominancia orbital.
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¿En qué consiste esto y por qué fue decisivo para degradar a Plutón como planeta?
Descubierto en 1930 por el astrónomo estadounidense Clyde Tombaugh, Plutón obtuvo su nombre por el dios romano del inframundo, equivalente a Hades entre los griegos. Era el planeta más alejado del Sol, con un 0.2% de la masa de la Tierra.
La IAU (siglas en inglés del organismo) definió un planeta como un objeto celeste que orbita el Sol, tiene suficiente masa para que su propia gravedad lo forme en una forma aproximadamente esférica, y ha despejado su vecindario orbital de objetos más pequeños.
Aunque Plutón cumple con los dos primeros criterios, no lo hace con el tercero. Plutón comparte su órbita con otros objetos del cinturón de Kuiper, por lo que no se considera que haya despejado su vecindario orbital.
Esto es la dominancia orbital: el concepto de que un objeto celeste debe haber despejado su vecindario orbital de otros objetos de tamaño similar.
La importancia de la dominancia orbital en la degradación de Plutón como planeta
La dominancia orbital se utiliza para definir un planeta porque es una forma de garantizar que estos sean objetos importantes en el Sistema Solar. Si no despejaran sus vecindarios orbitales, significaría que no son lo suficientemente masivos como para interactuar gravitacionalmente con otros objetos en sus vecindades.
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Esto haría que los planetas fueran objetos más pequeños y menos importantes en el Sistema Solar.
La decisión de degradar a Plutón es controvertida hasta nuestros días, y hay muchos científicos que todavía sostienen que debería ser considerado un planeta. Sin embargo, la IAU se mantuvo firme, y Plutón ahora se clasifica como un planeta enano.
“Tales decisiones y recomendaciones no son exigibles por ninguna ley nacional o internacional”, señala la Unión Astronómica Internacional; “más bien establecen convenciones destinadas a ayudar a nuestra comprensión de los objetos y procesos astronómicos. Por lo tanto, las recomendaciones de la IAU deben basarse en hechos científicos bien establecidos y tener un amplio consenso en la comunidad interesada”.