Llorar es parte fundamental de la vida, un rasgo emocional para demostrar tristeza, dolor o, incluso, alegría. Para los psicólogos, lejos de ser un signo de debilidad, es un mecanismo de afrontamiento y forma de higiene mental. Pero, ¿qué ocurre cuando sucede en el espacio, a cientos de kilómetros de la Tierra, y eres un astronauta en misión?
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Están preparados para luchar contra condiciones tremendas, literalmente fuera de este mundo, pero de vez en cuando el llorar es una reacción válida de los astronautas. Sentir dolor, extrañar el hogar, preocuparse por determinada situación, manifestar estrés.
Siempre contarán con el apoyo de sus compañeros en el espacio y de los profesionales de las agencias aeroespaciales desde la Tierra.
Sin embargo, más allá del tema emocional, está el físico. La falta de gravedad afecta a las lágrimas de una curiosa manera.
Así influye la falta de gravedad en el acto de llorar, según un astronauta
Lo explicó en su momento Chris Hadfield, un astronauta canadiense retirado que formó parte de misiones espaciales tanto en el Transbordador STS como en la Estación Espacial Internacional.
Alguien le preguntó alguna vez cómo era el llorar en el espacio e, imaginamos que por una experiencia personal, lo explicó en Twitter:
“¿Puedes llorar en el espacio? Tus ojos hacen lágrimas, pero se pegan como una bola líquida. De hecho, pican un poco. Entonces, las lágrimas espaciales no se derraman”, explicó Hadfield ante la consulta de un usuario.
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Las lágrimas son un líquido que limpia y lubrica los ojos, con la función de proteger la superficie ocular, especialmente la córnea. La secreción es salada, por lo que al mantenerse en el ojo en el espacio… arde.
No es lo mismo llorar dentro de la estación que en plena caminata espacial
En medio de una caminata espacial de siete horas, el astronauta Andrew Feustel sintió que algo se metía en uno de sus ojos, generándole lágrimas. Ocurrió en 2011, según relató a The Atlantic.
Uno de esos copos, la bola líquida de la que hablaba Hadfield, se quedó en su ojo derecho. Le avisó a su compañero de EVA, Mike Fincke: “Solo como información, mi ojo derecho está ardiendo como loco en este momento. Está lagrimeando mucho. Debe haber recibido algo”, dijo Feustel.
La respuesta de Fincke: “Lo siento, amigo”.
Era todo lo que podía hacer. Con el casco, era muy difícil mover la bola de líquido salado.
Sin embargo, existió una solución. Dentro del traje espacial hay un dispositivo esponjoso para bloquear la nariz en caso de un reajuste de presión. Haciendo un movimiento engorroso, Feustel usó el dispositivo para restregarse el ojo y así salir del aprieto.
Así que aliviémonos por llorar en la Tierra, porque en el espacio puede convertirse en una experiencia martirizante.