La industria del anime vivió en 2024 un año de transformaciones tan épicas como el arco final de Attack on Titan. Mientras el mercado global seguía multiplicándose como un capítulo lleno de power-ups, las empresas japonesas no se quedaron de brazos cruzados: adquisiciones, movimientos estratégicos y la caída de gigantes marcaron un capítulo decisivo en la historia del anime.
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Fusiones, adquisiciones y un anime con visión global
Si 2024 fuera un anime, el tema central sería el “ascenso corporativo y la batalla por el dominio del anime”. Este año, nombres grandes como Bandai Namco, Toho y KADOKAWA sacudieron la industria comprando estudios responsables de éxitos recientes como Blue Lock, Dandadan y Oshi no Ko.
Fue como si se armaran equipos de Avengers pero versión anime.
Toho no solo consolidó su poder en Japón, sino que dio un golpe maestro adquiriendo a GKIDS, una distribuidora clave en Estados Unidos, dejando claro que su plan no es solo ganar en casa, sino dominar también el terreno internacional.
Y como si eso no fuera suficiente, Sony coqueteó con la idea de comprar KADOKAWA, lo que habría creado un kaiju corporativo sin precedentes. Aunque finalmente solo se quedó con el 10% de participación, este movimiento demuestra que el sector está más dinámico que un torneo de Dragon Ball.
Netflix y Disney: de titanes globales a secundarios en esta historia
Hace no mucho, plataformas como Netflix y Disney Plus parecían los héroes destinados a liderar el futuro del anime. Con producciones originales y apuestas multimillonarias, el miedo a una “occidentalización” del anime estaba a la orden del día.
Pero el guion dio un giro inesperado: los títulos originales no lograron el impacto esperado y estas plataformas comenzaron a enfocarse más en adquirir derechos de grandes franquicias como One Piece o Naruto, dejando de lado su ambición de dominar con contenido exclusivo.
Esto le devolvió el protagonismo a los modelos tradicionales de producción japonesa, que recuperaron la batuta como los verdaderos creadores del anime que conocemos y amamos. Porque, admitámoslo, nadie hace anime como los japoneses.
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Las televisoras japonesas al contraataque
Mientras Netflix y compañía retroceden, las televisoras japonesas están aprovechando el momento para recuperar terreno. En un movimiento que dejó boquiabiertos a muchos, Nippon TV adquirió nada menos que Studio Ghibli, un verdadero tesoro nacional.
Además, las televisoras han expandido sus franjas horarias nocturnas dedicadas al anime, con títulos como Sousou no Frieren y SPY x FAMILY liderando el ataque.
No solo buscan conquistar a los fans locales, sino también expandir su influencia globalmente, impulsando ventas de productos derivados como figuras, ropa y todo lo que un buen otaku pueda imaginar.
La tecnología entra al chat: nuevos jugadores quieren cambiar las reglas
El anime no solo está dominado por corporaciones clásicas como Sony o Bandai Namco; empresas tecnológicas como DMM y CyberAgent han entrado al juego con fuerza, combinando su experiencia en tecnología con su amor por el anime.
Estas compañías están invirtiendo en nuevos estudios como CUE y CA Soa, apostando por desarrollar modelos innovadores de distribución y monetización.
Es como si estas empresas fueran los nuevos héroes que llegan al arco final para cambiar las reglas del juego, armados con presupuestos millonarios y estrategias frescas.
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Grandes riesgos, grandes recompensas
Con series que ahora cuestan miles de millones de yenes por producir, el anime se ha convertido en un negocio de alto riesgo y alta recompensa. Las grandes corporaciones, como Sony y Bandai Namco, concentran gran parte del poder, pero el mercado todavía deja espacio para que nuevos jugadores entren y rompan el statu quo.
¿El resultado? Una industria más competitiva, globalizada y ambiciosa que nunca.
¿Qué nos depara el futuro del anime?
Si algo quedó claro en 2024, es que el anime no es solo una forma de arte, sino también un negocio gigantesco que sigue evolucionando. Los fanáticos pueden esperar no solo más series espectaculares, sino también cambios en cómo se producen, distribuyen y monetizan.