Todos sabemos que Akira Toriyama disfrutó al máximo en la creación de Dragon Ball. También sabemos que es su máxima obra y que nada le dio tanto éxito como las aventuras de los Guerreros Z. Sin embargo, el mangaka japonés tenía otros intereses y solía aburrirse rápido de los proyectos que encaraba, mismos que se terminaban convirtiéndose en una molestia para su día a día.
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Pocos lo saben, pero Akira Toriyama era fanático de los vehículos automotores (eso involucra autos y motos). Eso lo vemos reflejado en Dragon Ball, con la variedad de modelos de medios de transportes, que en su mayoría suele usar Bulma.
Según reseña la revista MeriStation, este fanatismo lo llevó a introducirse de lleno en una de sus máximas aficiones: la fabricación de modelos a escala.
A mediados de los años 80 conoció a un famoso ejecutor de este arte, llamado Kunihiro Suzuki. Y a principio de los años 90, cuando ya había terminado Dragon Ball Z, crearon una empresa que fabricaba estos juguetes y los comercializaba.
Todo empezó con la fabricación en conjunto de un modelo de escala, de una soldado llamada LISA. Ese fue el punto de partida para la conformación de la compañía Fine Molds, que terminó sacando la colección World Fighter Collection.
La colección incluye siete figuras de soldados de diferentes periodos históricos y nacionalidades. Entre ellas destacan:
- Rudolph, un soldado de las Waffen-SS alemanas equipado con una ametralladora ligera ZB-26.
- Tanya, una soldado femenina del Ejército Soviético durante la Segunda Guerra Mundial, portando una subametralladora PPSh-1941.
- Sandy, una soldado estadounidense de la Guerra del Golfo con un fusil M16A2.
Cada figura muestra un alto nivel de detalle en su uniforme y equipo, fielmente recreados a partir de referencias históricas. Sin embargo, el toque de Toriyama agrega una dimensión distintiva: las proporciones exageradas, las expresiones faciales y las posturas cómicas convierten a estos soldados en personajes llenos de personalidad y carisma.
