Hay vida después del terrible final de Game of Thrones. Esa es la primera y máxima impresión que nos queda luego de haber presenciado el cierre de la primera temporada de House of the Dragon.
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Todos todavía recordamos la turbulenta experiencia que representó ver los dos los episodios finales de Game of Thrones, en donde las torpes decisiones de los show-runners y el hecho de haber tenido que avanzar en la trama sin los libros terminados de George R.R. Martin detonaron ese desastre.
Los seguidores más fieles y objetivos de la saga presenciaron cómo poco a poco se iba desdibujando y degradando esta producción en los aspectos más esenciales que la distinguían.
De manera que para cuando llegamos al episodio final había una gran división: gente que odió el final y gente que por cariño al pasado no podía desdeñarlo, lo que llevaba a distintas etapas y matices de consentimiento y aceptación de ese trágico desenlace para un show que arrancó brutal.
Así que cuando HBO anunció que haría una serie spin-off que funcionaría como precuela las expectativas eran terribles. Hasta que supimos el material original que tomaría como base.
Fuego y Sangre: el secreto que explica por qué House of the Dragon sí funciona
Para hablar sobre la experiencia que resultó ser la primera temporada de House of the Dragon primero es necesario resaltar la existencia de Fuego y Sangre, una novela publicada en 2018 y escrita por el propio George R.R. Martin.
El libro, ubicado más de tres siglos antes de los hechos de la Canción de Hielo y Fuego en la que se basa la serie de Game of Thrones, narra el ascenso al poder de los Targaryen, los Supervivientes de la Maldición de Valyria.
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En sí la novela se el reinado de Viserys I Targaryen y también en una guerra civil detonada por un conflicto de sucesión al trono de sus descendientes. La serie de House of the Dragon, hasta ahora, se enfoca en un episodio medular de dicho conflicto, conocido como “La danza de los dragones”.
La gracia es que el libro no adopta precisamente el mismo estilo que los libros que ya conocemos. Si no que más bien relata los hechos en un formato más directo, menos enredado, casi telegráfico en comparación con las otras novelas.
Gracias a ello los guionistas de House of the Dragon han tenido una mayor libertad que han sabido aprovechar de manera ejemplar en esta primera temporada.
De modo que quienes ya conocen Fuego y Sangre, aunque sepan lo que sucederá más adelante, se llevan gratas sorpresas al descubrir algunos cambios sutiles, giros inesperados que no alteran a profundidad (por ahora) la trama central y mayor profundidad en situaciones que sólo ocupan pocos renglones en el libro.
Es ahí donde reside la máxima gracia y acierto de esta primera temporada. Donde el uso inteligente del material original ha logrado enriquecer este universo creado por George R.R.Martin.
Los saltos en el tiempo abruptos son muy cuestionables, si se desconoce hacia dónde se apresuraba por llegar la historia, la violencia gráfica por momentos se siente como parte del trámite para cumplir con la cuota que todos esperan luego de lo que fue Game of Thrones y los fans más recalcitrantes podrán aborrecer que en los momentos más dramáticos la serie se asuma como una telenovela.
Pero en realidad esos factores en conjunto con el uso inteligente del material original es lo que ha convertido a la primera temporada de House of the Dragon en una experiencia muy entretenida y recomendable.
El episodio final cerró a lo grande con un hecho que muchos temían se suscitaría. Las potenciales consecuencias de todo nos mantendrán a la orilla del asiento hasta el inicio de la segunda temporada.
La buena noticia es que este cierre nos hizo olvidar el final de Game of Thrones. Por lo menos hasta que recordamos que Fuego y Sangre también es una obra inconclusa.
Donde nuevamente pueden llegar al punto donde dependan de que Martin termine finalmente sus libros pendientes para adaptar bien la historia.