Ciencia

Tras el lobo terible: ¿Por qué deberíamos concentrarnos en traer de vuelta grandes hervíboros extintos?

La resurrección del lobo terrible suena genial... pero quizá es hora de pensar más en rebaños que en rugidos.

Mamut lanudo
Mamut lanudo Tras el lobo terible: ¿Por qué deberíamos concentrarnos en traer de vuelta grandes hervíboros extintos?

Colossal Biosciences volvió a sacudir los titulares con su anuncio sobre el regreso del lobo terrible. Un momentito: ¿regreso? Bueno, técnicamente no. Lo que presentaron fueron lobos grises con un pequeño tweak genético.

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¿Son terribles? Solo si estás en su lista de pendientes. Pero más allá del marketing, el experimento de Colossal toca un punto importante: ¿qué perdimos realmente con la extinción de ciertas especies?

Cuando hablamos de traer de vuelta animales extintos, lo hacemos por nostalgia, curiosidad... y a veces por función ecológica. Es decir, ¿qué hacía ese animal en su ecosistema que nadie más está haciendo ahora?

El poder de los grandes bichos

Si vamos a hablar de funciones ecológicas que importan, hay que mirar hacia los gigantes. No hablamos de dinosaurios (aunque sería épico), sino de megaherbívoros: animales que pesaban más de media tonelada y que, hace no tanto, vivían por todo el planeta.

Mamuts, perezosos del tamaño de un auto, wombats del tamaño de un sofá, camellos tan grandes como un toro, armadillos que parecían tanques… ¿y qué pasó? Bueno, nosotros. Donde llegaron humanos, desaparecieron los gigantes.

Lo que muchos no saben es que estos enormes bichos eran esenciales. Tiraban árboles, fertilizaban suelos, abrían caminos, esparcían semillas y regulaban incendios con su sola existencia.

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Algunos ayudaban incluso a mantener el equilibrio entre sabanas y bosques. Su ausencia no solo fue una pérdida visual: cambió los ecosistemas para siempre.

África, el último refugio

Hoy solo África conserva una comunidad de megafauna relativamente intacta: elefantes, hipopótamos, jirafas… y todos ellos siguen cumpliendo roles fundamentales. Los elefantes, por ejemplo, son jardineros de la sabana: tiran árboles, crean claros, ayudan a germinar semillas.

Los hipopótamos, a través de sus baños y heces, alimentan ríos enteros. Es decir: la megafauna no es solo espectáculo. Es infraestructura ecológica.

Y eso nos lleva a una pregunta incómoda: si nos emociona traer de vuelta lobos extintos por nostalgia o ciencia de punta… ¿por qué no aplicamos esa energía a revivir o reintroducir gigantes herbívoros cuya ausencia realmente impactó el equilibrio natural?

¿Deberíamos traer de vuelta a los gigantes?

Traer de vuelta a un mamut o a un diprotodonte suena espectacular. ¿Pero es realista? Probablemente no. Aunque la ciencia avanza rápido, recrear animales extintos hace miles de años no solo es técnicamente difícil, sino éticamente cuestionable.

Además, los ecosistemas han cambiado tanto que no está claro si esos animales podrían siquiera sobrevivir.

Lo que sí podemos hacer es usar especies existentes para rellenar esos vacíos ecológicos. Algunas propuestas, como usar elefantes para cumplir funciones similares a las de los mamuts en Siberia, ya están en discusión.

No se trata de copiar y pegar fauna antigua, sino de recuperar las funciones perdidas.

Lobos con marketing vs. soluciones con impacto

El anuncio del “lobo terrible” es fascinante desde el punto de vista mediático y biotecnológico. Pero si el objetivo es salvar ecosistemas, deberíamos enfocar más atención en los animales que pisan fuerte, fertilizan, y transforman el paisaje.

Animales que no rugen, pero que son vitales para la salud del planeta.

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No todo lo que desapareció puede volver, pero sí podemos recuperar parte del equilibrio si entendemos qué hacía falta... y por qué.

En vez de soñar con un Parque Jurásico, tal vez deberíamos trabajar en un “Parque Funcional”, donde los procesos ecológicos se reactivan usando las herramientas que ya tenemos.

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