Si siempre has pensado en el cambio climático como una amenaza de inundaciones, tormentas y deshielos, prepárate para una cara menos conocida del problema: el mundo se está secando. Según un reciente informe de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD), más del 77% de la superficie terrestre se ha vuelto más seca en los últimos 30 años.
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Sí, leíste bien: más de tres cuartas partes del planeta están perdiendo agua y, con ella, la capacidad de sostener la vida como la conocemos.
¿Qué Está Pasando?
El informe, que analizó datos desde 1990 hasta 2020, pinta un panorama preocupante: las tierras secas han ganado terreno. En solo tres décadas, estas áreas se expandieron en 4.3 millones de kilómetros cuadrados, lo que equivale a añadir al mapa un país del tamaño de India.
Lo más alarmante es que este proceso no solo afecta zonas que ya eran secas, como desiertos o llanuras áridas. Incluso áreas que antes eran húmedas han empezado a secarse, y los paisajes que ya eran secos están camino a convertirse en desiertos.
Pero, ¿por qué ocurre esto? Según el informe, gran parte de la culpa recae en las prácticas humanas. La agricultura intensiva, que agota los ecosistemas, y la explotación indiscriminada de los recursos naturales están llevando a que el suelo pierda su capacidad de retener agua.
Aridez vs. Sequía: No Son Lo Mismo
Para entender la magnitud del problema, es importante aclarar una confusión común: aridez no es lo mismo que sequía. La sequía es algo temporal: un año particularmente seco puede afectar los cultivos, pero el ecosistema se recupera cuando las lluvias regresan.
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La aridez, en cambio, es un cambio permanente. Una vez que un terreno se vuelve árido, pierde la capacidad de volver a sus condiciones originales. Es un punto de no retorno que deja suelos estériles, ecosistemas colapsados y comunidades vulnerables.
Según Ibrahim Thiaw, secretario ejecutivo de la UNCCD, este informe es el primer esfuerzo global para medir con precisión la crisis de aridez que enfrenta el planeta. Y los datos no son alentadores: regiones como el oeste de Estados Unidos, Europa, Brasil, Asia Oriental y África Central ya están viendo cómo la sequía temporal se convierte en aridez permanente.
¿Qué Significa Esto para Nosotros?
Actualmente, 2,300 millones de personas viven en zonas áridas, y esta cifra podría más que duplicarse para finales de siglo. Si la temperatura global sigue aumentando al ritmo actual, hasta 5,000 millones de personas podrían enfrentarse a la escasez de agua, suelos agotados y la pérdida de ecosistemas enteros.
La ONU ya advierte que estamos entrando en una “nueva normalidad”, donde las tierras secas no solo son más comunes, sino que se están convirtiendo en una característica dominante del paisaje global. Esto significa que los recursos básicos como agua y alimentos serán cada vez más difíciles de conseguir, especialmente en las regiones más afectadas.
“El mundo se está secando”, señaló el jefe científico de la UNCCD, Barron Orr. Y este no es solo un problema ambiental; es una amenaza directa para la seguridad alimentaria, la estabilidad social y la salud de millones de personas.
¿Qué Podemos Hacer?
Aunque el informe pinta un panorama sombrío, también nos da una oportunidad para actuar. Sabemos que la actividad humana, especialmente la quema de combustibles fósiles, está detrás de este proceso de secado. Pero también sabemos que cambiar el rumbo es posible si tomamos medidas inmediatas.
Adoptar prácticas agrícolas sostenibles, proteger los ecosistemas existentes y reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles son pasos esenciales para frenar la expansión de las tierras secas. No podemos recuperar lo que ya se ha perdido, pero podemos evitar que la situación empeore.
El cambio climático ya no es una amenaza futura; está aquí, y está transformando la forma en que vivimos. La expansión de las tierras secas es solo una de las muchas caras de este problema global, pero es una de las más urgentes. No estamos hablando solo de paisajes desolados; estamos hablando de comunidades enteras que podrían perder su capacidad de sobrevivir.
El informe de la UNCCD es un llamado de atención para todos. Nos recuerda que, aunque el desafío es enorme, aún hay tiempo para actuar. Cada decisión que tomemos hoy, desde cómo consumimos recursos hasta las políticas que apoyamos, definirá si el futuro será un lugar en el que podamos vivir o uno al que solo podamos adaptarnos con dificultad.
El planeta nos está enviando señales claras. La pregunta ahora es: ¿estamos dispuestos a escucharlas y hacer algo al respecto?