El mundo tal y como lo conocemos era muy diferente hace 2.000 años. Y no hablamos de las obviedades tecnológicas como autos, aviones, sistemas de trenes, edificios y artículos digitales, sino de cuestiones simples como la higiene de las personas. Ir al baño es una práctica con la que nacimos los seres humanos, pero la forma de limpiarse a cambiado con el paso de la historia de nuestra civilización.
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Para poder encontrar el origen del papel higiénico, una de las formas más comunes en la actualidad, tenemos que remontarnos a aproximadamente 2.000 años, con los habitantes del Imperio Romano. Esta civilización, previa a la llegada de Cristo, usaba un artefacto que era tope de gama en cuanto a limpieza, pero que en estos días resultaría realmente asqueroso.
Hablamos del famoso tersorium. Se trata de un objeto que estaba conformado de un mango o palo, que en su punto tenía una esponja marina. Los romanos lo usaban con agua para limpiarse después de defecar.
Lo asqueroso es que este artefacto, según reseñan diferentes estudios arqueológicos, se compartía entre las personas. De hecho, se dice que los baños eran sitios de encuentros sociales donde los romanos iban a hablar de diferentes tópicos mientras hacían sus necesidades.
Hay registro que los baños, en los que habían varias letrinas, no había restricción de género. Hombres y mujeres ingresaban a las mismas salas de baño a descargar sus desechos corporales.
¿Cómo lo limpiaban?
Para higienizarlo y mantenerlo “limpio” entre usos, el tersorium se almacenaba en un recipiente de agua con vinagre o agua con sal, lo cual actuaba como un desinfectante básico. Este método de limpieza, aunque primitivo, se basaba en la creencia de que los líquidos ácidos o salados ayudaban a eliminar las bacterias y malos olores. Después de cada uso, se enjuagaba en el recipiente antes de pasar a la siguiente persona.
El tersorium es, de hecho, una de las primeras versiones de lo que hoy conocemos como papel higiénico y una de las soluciones de higiene más antiguas de la humanidad.