Para contar esta curiosa y particular historia de ciencia, nos tenemos que ir al norte de Noruega, a un lugar que se llama el castillo de Sverresborg. Allí, en 1938, encontraron los huesos de un hombre en el fondo de lo que era un pozo de agua. 86 años después de este llamativo hallazgo, la tecnología y la arqueología ayudó a identificar quien era este sujeto y como jugó un papel importante dentro de una guerra nórdica de hace más de 800 años.
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Los huesos encontrados hace 86 años han venido siendo analizados en todas las décadas. Ahora, en pleno 2024, se le aplicaron algunos estudios científicos (avanzados tecnológicamente) de reconocimiento de ADN y métodos de radiocarbono.
Entre los años 2014 y 2016 le hicieron un par de estudios en los que, gracias a una secuenciación genética que permitió identificar que los huesos pertenecían a un varón de entre 30 y 40 años.
Ahora, un nuevo análisis llevado adelante por Martin R. Ellegaard, del Museo de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología en Trondheim, aplicaron métodos de radiocarbono para determinar que los huesos tienen aproximadamente 900 años de antigüedad.
El hombre es descrito en un texto de esa época
Determinar que tenga aproximadamente 900 años de antigüedad hizo que los arqueólogos, historiadores y científicos en general se fueran a los libros, para encontrar un relato en el que se cuenta que el cuerpo de un hombre muerto fue lanzado a un pozo, en dicho castillo, en medio de una guerra con la intención de contaminar el agua de sus rivales.
Es, en gran medida, un registro del uso de armas biológicas en la edad medieval. Dicho relato se encuentra en la Saga de Sverre, una historia que data de finales del siglo XII y principios del siglo XII en el que se relatan una serie de acontecimientos alrededor del rey Sverre Sigurdsson, entonces monarca de Noruega, según NCYT.
“En la Saga de Sverre, se describe una incursión militar ocurrida en el año 1197, durante la cual el citado cuerpo fue arrojado a un pozo en el castillo de Sverresborg, a las afueras de Trondheim, en el centro de Noruega”, informó el medio antes citado.
En algún momento se pensó que este relato podría ser parte de una historia de ficción, pero el hallazgo de los huesos en el fondo del pozo confirma que se trató de un relato real.