Cada año, un grupo de investigadores de distintas áreas recibe un reconocimiento por logros que, a simple vista, parecen absurdos, pero que también nos invitan a pensar de una manera diferente. Este es el caso de los premios Ig Nobel, también conocidos como los “Antinobel”, que buscan destacar investigaciones que, aunque al principio pueden provocar risa, en realidad aportan curiosos puntos de vista a la ciencia.
Este año, uno de los premios más llamativos fue para un equipo de científicos japoneses que descubrieron algo bastante insólito: los mamíferos pueden absorber oxígeno a través del ano, una capacidad que han llamado “respiración anal”.
Respirar por donde no te imaginas
El equipo liderado por el profesor Takanori Takebe, de la Universidad Médica y Dental de Tokio, realizó una serie de experimentos con ratas y cerdos. El objetivo era comprobar si estos mamíferos podrían utilizar su recto para absorber oxígeno en casos de dificultad respiratoria. Aunque la idea suene como algo salido de un libro de ciencia ficción, los resultados fueron más que sorprendentes.
Los científicos utilizaron dos métodos diferentes. Primero, inyectaron un líquido rico en oxígeno directamente en el ano de los animales, y luego probaron con gas oxígeno. En ambos casos, los niveles de oxígeno en la sangre de los animales aumentaron significativamente, mejorando sus posibilidades de sobrevivir en situaciones en las que no podían respirar de forma tradicional.
Este descubrimiento no solo se quedó en la sorpresa inicial de que es posible “respirar” por el ano, sino que también ha abierto una puerta hacia nuevas investigaciones que podrían tener aplicaciones médicas. Los científicos han iniciado ya ensayos clínicos para explorar si este tipo de respiración podría ser una solución alternativa para pacientes con fallos respiratorios, una situación especialmente relevante en el contexto de enfermedades pulmonares o en crisis respiratorias agudas, como las que enfrentan pacientes con covid-19 o en procedimientos quirúrgicos donde la ventilación es complicada.
¿Qué son los Ig Nobel?
Los premios Ig Nobel se entregan cada año desde 1991 y son organizados por la revista de humor científico Annals of Improbable Research. La ceremonia se celebra en el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), y se ha convertido en una tradición esperada dentro de la comunidad científica y el público curioso.
A diferencia de los premios Nobel, que reconocen logros científicos, literarios y de paz con un enorme prestigio, los Ig Nobel se dedican a aquellos estudios que provocan risa por lo insólito, pero que, en el fondo, nos invitan a reflexionar sobre temas que, aunque parezcan ridículos, tienen cierto valor científico.
El lema de los Ig Nobel es claro: “Primero te hacen reír, luego te hacen pensar”. Y eso es justamente lo que logran cada año con investigaciones que, de otra forma, podrían pasar desapercibidas o ser consideradas triviales, pero que de alguna manera añaden una nueva perspectiva sobre cómo entendemos el mundo que nos rodea.
La ceremonia misma es toda una parodia: los ganadores reciben sus premios de manos de verdaderos ganadores del Premio Nobel en un evento cargado de humor, donde el público lanza aviones de papel y los científicos deben explicar sus complejos estudios en tan solo 24 segundos, para luego resumirlos en siete palabras. El ambiente es ligero, con bromas, presentaciones absurdas y mucho entretenimiento.
Otros ganadores que hicieron historia este año
El equipo japonés no fue el único en llevarse un “Antinobel” este año. Entre los diez premiados se encontraron investigaciones tan excéntricas como fascinantes. Un equipo francés ganó por descubrir que el cabello humano tiende a arremolinarse en el sentido de las agujas del reloj, pero de manera menos frecuente en el hemisferio sur. Este hallazgo, aunque curioso, añade una dimensión sobre cómo los factores ambientales y geográficos pueden influir en características aparentemente triviales como la dirección en la que crece el cabello.
Otra investigación premiada exploró un concepto salido de una película de ciencia ficción: la viabilidad de utilizar palomas vivas como sistemas de guía para misiles. Aunque hoy día esto suena absurdo, esta idea fue seriamente considerada en la década de 1940 durante la Segunda Guerra Mundial, y los estudios sobre el tema fueron retomados para analizar hasta qué punto los animales podrían desempeñar un rol en tecnología bélica avanzada.
Además, otro estudio que se destacó fue la investigación sobre plantas que imitan la forma de plantas artificiales. Este peculiar experimento analizó cómo ciertas especies vegetales han evolucionado para adoptar formas que se asemejan a las plantas decorativas fabricadas por los humanos, un recordatorio de cómo la naturaleza se adapta y responde incluso a los objetos inanimados.
Por si esto no fuera suficiente, también se premió a un grupo de investigadores que utilizó un método químico llamado cromatografía para separar gusanos ebrios de gusanos sobrios. Aunque a primera vista puede parecer un experimento disparatado, en realidad tiene implicaciones para el estudio de cómo el alcohol afecta diferentes especies y podría aportar datos relevantes para entender sus efectos en los sistemas biológicos.
La ciencia divertida también tiene su mérito
Aunque los premios Ig Nobel se caracterizan por su enfoque humorístico, la ciencia detrás de cada uno de estos estudios tiene un valor real. En muchos casos, investigaciones que parecen disparatadas resultan tener aplicaciones sorprendentes o inspiran nuevas formas de pensar sobre problemas que consideramos resueltos. La “respiración anal” es un ejemplo perfecto de cómo una idea que parece sacada de un chiste puede abrir una puerta a nuevas soluciones médicas que, en el futuro, podrían salvar vidas.