Como amantes de la ciencia ficción y el anime el equipo editorial de FayerWayer, al igual que buena parte de nuestra comunidad de lectores, estamos familiarizados con conceptos como el de La Fuerza, visto en la saga de Star Wars. O el Ki, que es un elemento central de Dragon Ball Z y Super.
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Pero jamás creímos que un grupo de científicos terminaría montando un proyecto con relativo rigor de investigación en donde básicamente terminan intentando comprobar un concepto que en esencia parece describir esos dos elementos.
¿Star Wars y Dragon Ball Z fueron historias adelantadas a su tiempo? La información que les compartiremos hoy en primera instancia podrían obligarnos a hacernos la pregunta seria sobre si ambos conceptos podrían ser considerados ahora como ciencia pura y dura.
Pero es más importante no adelantarnos y evaluar de la manera más objetiva posible este proyecto en donde la idea central no suena tan descabellada, aunque sus implicaciones sí vuelven todo más complejo:
Comprobar que en realidad la conciencia humana funcionaría como una onda cuántica que conecta con el resto del universo.
Star Wars y Dragon Ball conectan con una investigación científica gracias a la conciencia humana y su conexión con su entorno
Abróchense el cinturón porque esto está denso y se remonta a un debate que lleva demasiado tiempo corriendo entre ciertos miembros de la comunidad científica.
Desde tiempo inmemorables se debate el tema de la mente y la conciencia, concebida como algo casi etéreo. En donde no hay una explicación científica universalmente aceptada acerca de dónde procede o dónde habita ella.
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Sin embargo, nuevas investigaciones sobre la física, la anatomía y la geometría de la conciencia han empezado a desvelar su posible forma que llevarían a articular una suerte de ¿arquitectura de la conciencia?
Ha surgido un nuevo trabajo de investigación, disponible en ACS Publications, que se basa en una teoría que el Premio Nobel de Física Roger Penrose y el anestesista Stuart Hameroff propusieron por primera vez en los años 90: la teoría de la Reducción Objetiva Orquestada (Orch OR).
Este planteamiento, en términos generales, afirma que la conciencia es un proceso cuántico facilitado por los microtúbulos de las células nerviosas del cerebro. Ambos científicos de hecho llegaban al grado de sugerir que la conciencia es una onda cuántica que atraviesa estos microtúbulos.
Y que, como toda onda cuántica, tiene propiedades como la superposición (la capacidad de estar en muchos lugares al mismo tiempo) y el entrelazamiento (la posibilidad de que dos partículas muy alejadas estén conectadas).
Tomando como eje para entenderlo el proceso de la fotosíntesis y el papel de la clorofila para almacenar energía de fotones. Se trata pues, básicamente de biología cuántica.
Y ahora nuevas pruebas sugieren que dichos microtúbulos podrían ser incluso mejores guardianes de esta coherencia cuántica que la clorofila.
El reciente proyecto, llevado por el físico y profesor de oncología Jack Tuszynski, se basa en un experimento realizado sobre un modelo computacional de un microtúbulo. En donde su equipo simuló hacer brillar una luz en uno de estos elementos, para comprobar si la transferencia de energía de la luz en la estructura microtubular podía seguir siendo coherente como ocurre en las células vegetales.
La idea era que si la luz duraba lo suficiente antes de ser emitida, aunque fuera una fracción de segundo, entonces era una señal comprobable de coherencia cuántica.
El equipo de Tuszynski simuló el envío de fluorescencia de triptófano, o fotones de luz ultravioleta que no son visibles para el ojo humano, a los microtúbulos. En teoría, en 22 experimentos independientes, las excitaciones del triptófano crearon reacciones cuánticas que duraron hasta cinco nanosegundos.
Esto, como explican los colegas de Esquire, equivaldría a miles de veces más de lo que cabría esperar que durase la coherencia en un microtúbulo.
Durante años se ha debatido y descartado esta teoría, que representaba una explicación para la arquitectura de la conciencia.
Pero el reciente experimento, en cierta forma, comprueba que el cerebro humano no está demasiado caliente ni demasiado húmedo para que la conciencia exista como una onda que conecta con el universo.
Suena como un disparate, pero es lo más cercano que estamos hoy en día de comprobar que La Fuerza y el Ki existen.