“Yo nunca tendré la viruela porque he tenido la viruela bovina. Nunca tendré la cara marcada por la viruela”. Una ordeñadora de vacas del pueblo inglés de Sodbury, Sarah Nelmes, dijo esto al joven doctor Edward Jenner. La idea le quedó dando vueltas en la cabeza al científico, llegando a una conclusión que salvaría millones de vidas en el futuro: la vacuna contra la viruela.
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Una de cada tres personas moría por causa de la viruela, una enfermedad infecciosa y contagiosa que generaba fiebres y ampollas de pus en la piel. De hecho, en el siglo XX, fallecieron 300 millones de personas por esta causa, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud.
Evidentemente, no hay cifras respecto a siglos anteriores, pero se conoce la existencia de la enfermedad al menos desde hace tres mil años.
Y todo se erradicó gracias a la acuciosidad de Jenner y, claro, a la pista de aquella ordeñadora de Sodbury.
La historia de Edward Jenner
Jenner nació en Berkeley el 17 de marzo de 1749, y era hijo de un reverendo, Stephen Jenner, el vicario de la localidad. Su educación puede definirse como sólida, y su voracidad lectora, junto con el amor por la naturaleza, forjaron su futuro.
La variolización existía desde hacía siglos. Era el único método preventivo frente a la viruela y otras enfermedades infecciosas: consistía en inocularle una enfermedad a la persona para que esta se inmunizara posteriormente.
El problema es que se hacía de forma muy rudimentaria, cortando al paciente y colocándole pus o costras de un infectado. Podía llegar a morir, incluso, si la infección avanzaba mucho.
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Este método se manejaba en Asia y lo llevó a Inglaterra la exploradora Lady Mary Wortley Montagu, cuando había visitado Turquía.
Basado en esto y en la observación de la ordeñadora Sarah Nelmes, Jenner trabajó en la creación de la vacuna. Tomó un poco de materia infectada de una persona que padecía la viruela bovina y la inoculó a un niño de ocho años, llamado James Phillips.
El pequeño James desarrolló una fiebre leve que desapareció a los pocos días. Luego, Jenner lo volvió a inocular, pero con viruela humana, para comprobar si el niño desarrollaba la enfermedad.
No la contrajo.
La vacuna contra la viruela, su éxito y sus primeros detractores
Como apunta National Geographic, Jenner publicó su descubrimiento en el escrito Investigación sobre las causas y los efectos de la viruela vacuna. Las primeras reacciones fueron negativas: la Asociación Médica de Londres se opuso al tratamiento diciendo que los pacientes “podrían convertirse, poco a poco, en ganado vacuno”.
Pero Jenner continuó con su campaña, llegando a vacunar (el nombre proviene de vaca, del origen de la viruela vacuna) a su propio hijo, de once meses de nacido. Los resultados fueron, de nuevo, exitosos.
Con más gente pidiendo ser inoculada, incluyendo personas de la alta sociedad inglesa, la vacuna de Jenner fue cobrando fama. Recibió apoyo de su gobierno e, incluso, Francia le honró como ciudadano de honor en 1800.
Se dice que el mismísimo Napoleón Bonaparte concedió a Jenner la liberación de varios prisioneros ingleses, debido al respeto que sentía por el científico.
Edward Jenner murió el 26 de enero de 1823, tras sufrir los fallecimientos de dos de sus hermanas, su hijo mayor y su esposa, todos por tuberculosis. El médico moriría producto de una apoplejía.
Para 1980, la Organización Mundial de la Salud declaró erradicada a la viruela.
La victoria de la ciencia
Recientemente, en tiempos de COVID-19, el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus expresó:
“Ahora que el mundo se enfrenta a la pandemia de COVID‑19, la victoria de la humanidad frente a la viruela nos recuerda lo que puede lograrse cuando las naciones se unen con el fin de combatir una amenaza común para la salud.
El mundo se deshizo de la viruela gracias a una increíble demostración de solidaridad mundial y porque contaba con una vacuna segura y eficaz. ¡Solidaridad más ciencia igual a solución!”.