Cada 30 de abril se celebra el Día Mundial del Jazz, por una iniciativa de la UNESCO lanzada en noviembre de 2011. El organismo cultural considera al género musical como “un medio de potenciar e intensificar los intercambios y el entendimiento entre culturas para promover la comprensión mutua y la tolerancia”.
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Fruto de la cultura afroamericana de finales del siglo XIX e inicios del XX, tuvo un auge en algunos círculos europeos en los 20 y los 30, expandiéndose por el resto del mundo desde los años 50.
Reúne el uso de instrumentos como el saxofón, clarinete, corneta, trompeta, piano, batería, guitarra y más.
Grandes exponentes como Louis Armstrong, Duke Ellington, Ella Fotzgerald, Dizzie Gillespie, Dave Brubeck, Miles Davis y más, impulsaron el jazz en cada uno de sus estilos, desde el blues al ragtime, desde el bebop al dixie. Y desde la ficción, la querida Lisa Simpson y su buen amigo, “Encías Sangrantes” Murphy, contribuyeron a la difusión.
Las características del jazz
María Soledad Cabrelles Sagredo, en un artículo sobre el tema para Cervantes Virtual, explica que el género se caracteriza por el uso de ritmos sincopados.
“Las melodías están en forma de escala heptáfona (siete notas) en modo mayor o menor, aunque varían también a escala pentáfona o pentatónica (cinco notas), y a estas se añaden una serie de notas variadas que, en ocasiones, hacen llegar casi a la atonalidad. La armonía se incorpora más tarde”, señala Cabrelles Sagredo.
Hay tres características esenciales en el jazz:
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- Un sonido propio donde la expresión debe estar por encima de la pureza.
- El fraseo, del que cada intérprete hace su versión.
- La improvisación, que es el elemento base del género. “El jazz es una música de intérpretes y no de compositores”, decía el legendario Louis Armstrong.
Los efectos del jazz en la salud
“El jazz es un reto a nuestras convenciones, a la simetría, a todo lo que es fijo, a las emociones y a los sentimientos”, subraya Nejama Shirleyi-Farkash, en un artículo para YNetEspañol.
De acuerdo con Shirleyi-Farkash, el jazz tiene un “efecto poderoso en el cerebro, tanto en el que escucha como en quien lo toca”. Agudiza la concentración, aumenta la creatividad y refuerza rasgos como la valentía, el liderazgo, la innovación y la adaptación a situaciones nuevas”.
El doctor Charles Limb, cirujano y músico de Baltimore, investigador en el área de creatividad, indica que cuando los jazzistas tocan “ponen en acción la zona del cerebro que posibilita la expresión”, apagando las responsables de detectar y limitar, “mientras combinan la acción y la emoción”.
“En el jazz uno tiene que ser diferente, tiene que innovar”, señala Israel Movshovitz, amante compositor israelí citado por Shirleyi-Farkash. “Siempre he sido una persona que creía que lo sabía todo, que está a la cabeza y no se rinde. Pero aprendí a delegar, y no le temía a la crítica constructiva”.
“En retrospectiva, me doy cuenta de que el jazz me enseñó. Aprendí a ser flexible. El jazz le enseña a uno a ser modesto, humilde. Y después uno aplica todo eso en la vida misma”.