No solo es lo que comes, también son las fotos que publicas de lo que te comes. Un estudio de investigadores de la Universidad del Sur de Georgia en los Estados Unidos asegura que compartir imágenes de comida en Instagram y otras redes sociales puede llevar a las personas a aumentar su peso.
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Aunque se sientan llenos, las investigaciones afirman que los comensales que toman fotos de sus platillos y las publican en sus perfiles tienen más probabilidades de querer repetir, lo que claramente perjudica la cintura de los usuarios de las redes.
Ir a un restaurante o a un sitio de comida rápida y compartir fotografías de lo que se consume es muy común en la actualidad, especialmente en lugares como Instagram, donde tendencias o hashtags como #foodporn son de los más seguidos en la red social.
Según el reporte del Daily Mail, miles de millones de imágenes de teléfonos inteligentes se publican en las redes sociales cada año por amantes de la comida que desean compartir su experiencia con sus amigos, familiares y conocidos.
Las encuestas citadas por el sitio web revelan que casi el 70 por ciento de los millennials, los nacidos en los años ochenta y noventa, comparten regularmente fotografías de alimentos en línea antes de comerlos.
Ventajas y desventajas
Lo de publicar fotos de lo que te vas a comer antes de la degustación tiene ventajas y desventajas. Algo positivo es que un estudio demostró que publicar este tipo de imágenes hace que la comida tenga un mejor sabor, porque capturar esos momentos hace que el cerebro se concentre más en el olor y en el sabor de la comida. El problema está en el autocontrol.
En la investigación, los académicos de la Universidad del Sur de Georgia reclutaron a 145 estudiantes y los dividieron en ambos grupos. Todos comieron galletas de queso para picar, pero a la mitad se le dijo que se detuviera y tomara una foto antes.
Justo después de comerse las galletas, los investigadores les pidieron a los voluntarios que evaluaran la comida y que dijeran cuánto les gustó y si querían más. Los resultados, que fueron publicados en la revista Appetite, informaron que quienes tomaron las fotos evaluaron mejor la experiencia de comer y sus ganas por seguir alimentándose.
Los efectos fueron más notables en los voluntarios que recibieron porciones más pequeñas, seis galletas en lugar de 12, por lo que demostraron querer más galletas.
Tomar fotos, según los expertos, parece cambiar la forma en que el cerebro percibe la comida y aumenta el deseo de consumir más calorías.
“Los recuerdos de la comida y el acto de registrar el consumo pueden afectar la cantidad que comemos. Nuestros resultados indican que la toma de fotografías conduce a un mayor deseo de alimentos después del consumo”, indicaron los autores del estudio.
Los investigadores advirtieron: “Aquellos que buscan comer porciones más pequeñas, especialmente de alimentos tentadores que quieren reducir, deben evitar tomar fotografías de lo que están comiendo”.