Al inicio de la pandemia no quedaba del todo claro cómo se transmitía el covid-19 o más bien teníamos otras ideas al respecto: que el coronavirus no era de transmisión aérea.
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Por esa razón es que durante algún tiempo no se promovió claramente el uso de las mascarillas para evitar contagios y se pensaba que la limpieza de las superficies era lo más importante.
Además de que se consideraba que la distancia social de 2 metros era suficiente para no contagiarnos.
Sin embargo, con el paso del tiempo, se fueron reuniendo más evidencias de las circunstancias en las que se dieron ciertos contagios y así se llegó a la conclusión de que el SARS-CoV-2 es un virus que se transmite por el aire.
Entonces, respirar el mismo aire que otra persona con la que compartimos un espacio cerrado, implica un alto riesgo de contagio.
Pero vemos que ese riesgo incluso se puede extender de otras formas.
El caso del baño solitario
Un hombre entra a un baño y como no hay nadie más se quita su mascarilla, está unos minutos ahí, no demasiados y sale. Se vuelve a poner la mascarilla.
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A los pocos días tiene fiebre y al realizarse una prueba de PCR da positivo a SARS-CoV-2.
Dado que esta persona era un paciente que estaba en un hospital de Corea del Sur, por un tratamiento no relacionado con covid-19, los médicos comienzan el rastreo de contactos, pues además pronto el área de hematología, en donde era atendido este paciente, tuvo más casos.
Los médicos del Asan Medical Center de Seúl, se lanzaron en una investigación casi detectivesca, para buscar pistas sobre los pacientes que compartían habitaciones, quiénes hablaban entre sí, y en qué circunstancias se quitaban las mascarillas.
Aunque en esa institución no se atendía a pacientes de covid-19, al ser una hospital, se tenía mucho cuidado en la limpieza de superficies, el uso de mascarillas y la ventilación de los espacios compartidos.
Sin embargo, era claro que algo no había salido bien: al final se encontró que el culpable había sido el sistema de ventilación de un baño, uno que había usado dos pacientes por separado con espacio de más de media hora entre ellos.
Esto nos muestra que, el hecho de no compartir un espacio al mismo tiempo con otra persona, no evita el contagio a través de aerosoles infecciosos, pues pueden quedar suspendidos en el aire más de media hora.
El covid-19 no solo está en el aire
Por supuesto una de las moralejas de esta historia es que si vamos a un baño que sabemos puede ser usado por más personas no debemos quitarnos la mascarilla bajo ninguna circunstancia.
Pero además otra de las moralejas es menos agradable: los aerosoles contagiosos no solamente vienen de la respiración.
Aunque los daños principales que causa el coronavirus son a los pulmones, sabemos que el covid-19 es una enfermedad mucho más compleja, que incluso puede tener síntomas gastrointestinales.
Esto indica que el SARS-CoV-2 también puede afectar a los intestinos: incluso se tienen evidencias de la presencia del virus en heces fecales de personas contagiadas, sin síntomas.
Así es, el coronavirus también está presente en las heces fecales y de ahí también puede esparcirse al aire y contagiar de forma efectiva a personas que comparten un cuarto de baño.
O incluso unas que no lo comparten: se tienen ejemplos de habitantes de edificios de departamentos que comparten el drenaje, que se han contagiado unos a otros.
¿Qué podemos hacer ante esta nueva perspectiva de contagio? Quizá algunos pensarán ahora en llevar la mascarilla cada vez que vayan al baño de su propia casa.
Pero en general, la recomendación seguirá siendo ventilar y ventilar, de forma natural siempre que se pueda: y si no se tiene esa posibilidad buscar la posibilidad de tener un filtro de aire eficiente.