Hoy falleció Michael Collins, uno de los tres tripulantes de la primera misión que llevó personas a la superficie de la Luna, aunque él específicamente no fuera una de esas personas.
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De la misión Apollo 11, por supuesto recordamos con claridad a Neil Armstrong: la primera persona en pisar la Luna que además dijo una de las frases más memorables de la exploración espacial: “es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”.
Y aunque haya sido la segunda persona en caminar por nuestro satélite natural, Buzz Aldrin tampoco perdió notoriedad.
Aunque tal vez, a veces olvidamos un poco a Michael Collins porque tenemos fotos ya sea de Aldrin o de Armstrong, caminando con sus trajes espaciales por aquí y por allá, recolectando muestras de la Luna, y haciendo otros experimentos, pero ninguna de Collins.
No es que él haya sido quien tomó todas esas fotos y olvidó tomarse una, es que él no estaba ahí, ¿entonces dónde estaba y qué hacía?
Elegimos ir a la Luna no porque sea fácil
Aunque sabemos que Kennedy no pudo presenciar cómo se completaba esa tarea, sin duda el objetivo que propuso se logró.
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Después de los proyectos Mercury y Gemini con los que se hicieron los primeros vuelos espaciales tripulados, vino el proyecto Apollo, que tenía el objetivo principal de llevar de ida y vuelta, a un grupo de astronautas a la Luna.
La tripulación elegida para la primera misión a la Luna estaba compuesta por Neil Armstrong, el comandante, Buzz Aldrin, piloto del módulo lunar Eagle, y Michael Collins, piloto del módulo de comando Columbia.
Una cita en la Luna
La forma en que se planearon las misiones del programa Apollo, incluía el procedimiento de rendevouz orbital, o “cita orbital”.
En esta maniobra una nave principal lleva el módulo de aterrizaje a la órbita de la Luna, que desciende, mientras que la nave espacial principal, se queda orbitando, en espera de que regrese.
Luego el módulo de aterrizaje debe despegar de la Luna para acoplarse de nuevo, y así traer de vuelta a todos los astronautas a la Tierra.
Esta idea por cierto, surgió muchos años antes de que se llevara a cabo: la propuso el ingeniero ucraniano Yuri Kondratyuk, en 1919, como la forma más eficiente de llevar humanos a la Luna de ida y vuelta.
En el Apollo 11, para lograr esa cita en la órbita de la Luna del Eagle, alguien debía quedarse en el módulo Columbia: ese fue Michael Collins.
El hombre más solitario del Universo
Collins no solo tuvo que esperar un buen rato a que sus compañeros de viaje regresaran, desde el principio de la misión tuvo mucho trabajo: estuvo encargado de las maniobras que separaron al Columbia del cohete Saturn V y pusieron en la posición correcta al módulo lunar.
Una vez que llegaron a la órbita de la Luna, Armstrong y Aldrin se transfirieron al módulo lunar y dejaron solo a Collins en el módulo de comando.
Pensándolo bien, “solo” quizá sea una palabra que quede muy corta para describir la situación de Collins: estuvo más de 21 horas orbitando la Luna, sin compañía alguna.
Aunque tenía comunicación por radio, con la Tierra y con sus compañeros, pero no todo el tiempo: en cada vuelta que daba a la Luna tenía periodos de 48 minutos en los que, por su posición, su radio perdía la señal.
Collins confesó muchas veces después, que durante todo ese tiempo que estuvo solo, su mayor preocupación era que Neil y Buzz no pudieran despegar de la Luna de vuelta, y que tuviera que regresar él solo a la Tierra.
Pero además mientras sus compañeros exploraban la Luna, él tuvo tiempo de descubrir la Tierra, de la que le maravilló su belleza y fragilidad. Hace apenas unos días, escribió sobre eso en su cuenta Twitter:
<em>“Estoy seguro de que si todos pudiéramos ver la Tierra flotando afuera de nuestras ventanas, cada día sería #DíaDeLaTierra. Hay pocas cosas más frágiles y más bellas que la Tierra, trabajemos juntos ahora y cada día para proteger nuestro hogar”.</em>