Los hornos de microondas son omnipresentes en estos tiempos, porque realmente son una forma eficaz y rápida de calentar alimentos.
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Pero todavía muchos los ven con recelo, porque consideran que emiten radiación que puede dañarnos a nosotros o a los alimentos que calentamos en ellos.
Aquí revisamos, qué tanta preocupación deben causarnos estos hornos.
Radares y chocolates
Podríamos pensar que son un electrodoméstico muy reciente, aunque en realidad su existencia tiene más de cinco décadas.
Y como algunas buenas ideas, surgió por serendipia: esa casualidad feliz que te hace obtener un resultado inesperado.
El afortunado fue Percy Spencer, un inventor estadounidense que durante la Segunda Guerra Mundial, trabajaba en el desarrollo de radares.
Mientras hacía pruebas con el magnetrón, una las piezas que había diseñado, se dio cuenta que la barra de chocolate que traía en uno de sus bolsillos se había derretido por completo.
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Supuso que las ondas electromagnéticas del radar habían tenido ese efecto, pero como buen científico quiso investigar más.
Entonces Spencer hizo otras pruebas: usó semillas de maíz y vio que si ponía a funcionar el magnetrón, podía obtener palomitas de maíz, así supo que el magnetrón producía un tipo de radiación que generaba calor y podría usarse para cocinar alimentos.
Magnetrón
Este es el componente principal de los hornos de microondas: con ese nombre de supervillano y sabiendo que producen radiación, puede parecernos algo muy peligroso, como para tenerlo en la cocina.
Aunque relacionamos el término radiación con cosas como bombas atómicas, reactores nucleares, elementos radioactivos como el uranio, o en el aliento atómico de Godzilla, en realidad no toda radiación es peligrosa para la salud.
Por supuesto que los materiales radioactivos pueden ser peligrosos: ya sea que se usen justo para causar daño, como en una bomba atómica o en algo más controlado, como un reactor nuclear, eso es porque en este caso emiten radiación ionizante.
La radiación ionizante tiene ondas electromagnéticas de muy alta energía, que pueden interactuar con moléculas de nuestras células, como el ADN y causarnos daño.
Pero existen otros tipos de ondas electromagnéticas que son radiación no ionizante, porque tienen menor energía y no pueden hacerle daño a los seres vivos: la luz visible es de este tipo.
Las microondas que emite por un magnetrón también son radiación no ionizante, incluso estas tienen una energía mucho menor que las de la luz que nos permite ver las cosas.
Moléculas agitadas
Si la energía de las microondas no es tan grande, ¿por qué nos sirven para cocinar alimentos o calentar agua casi hasta su punto de ebullición?
Eso pasa por que la radiación de microondas, aunque no tiene energía suficiente para romperlas, sí hace que ciertas moléculas se agiten.
Compuestos como el agua, los azúcares y algunas grasas, tienen moléculas que vibran cuando están expuestas a las microondas.
Esta es la razón por la que este método es muy útil para calentar alimentos, que contienen esos tipos de compuestos.
Además, por esta razón los recipientes de cerámica, plástico o vidrio no se calientan cuando los usamos dentro de este tipo de horno.
Este proceso de calentamiento tiene ventajas: a diferencia de otros métodos de cocción como el horno tradicional, el calentamiento ocurre de adentro hacia afuera.
En un horno tradicional calentamos el aire del interior y ese calor se transfiere a la comida: de afuera hacia adentro; en cambio las microondas actúan directamente sobre las moléculas que forman parte de la comida.
Con eso perdemos algunas cosas: en un microondas no será posible hornear un pan de corteza crujiente y dorada.
Además no debemos introducir utensilios metálicos, porque las microondas rebotan en ellos, salen chispas y el horno podría quemarse o tener un cortocircuito.
Pero además de eso, no debería preocuparnos que los alimentos que calentemos en el microondas sean radioactivos o que las microondas nos causen algún daño.