Cada 22 de marzo conmemoramos el Día Mundial del Agua, establecido por la Asamblea de la ONU en 1992, para reflexionar sobre la importancia de este líquido en nuestra vida.
PUBLICIDAD
Y aunque nos pasa, no debería ser algo que olvidáramos tan fácilmente: porque sin agua, simplemente no podemos vivir.
Llamamos biomoléculas al conjunto de compuestos orgánicos que forman las células: lípidos, carbohidratos, proteínas, y por supuesto el ADN.
Pero ninguna de esas biomoléculas podría llevar a cabo sus funciones de no ser por otra más pequeña: el agua.
Y es que prácticamente todas las reacciones bioquímicas, que son la base de la vida, se llevan a cabo en un ambiente acuoso.
Mar adentro
Podemos pensar en nuestras células como bolsitas hechas de grasa y carbohidratos que contienen agua y otras sustancias disueltas dentro.
Por eso todos los seres vivos tenemos un mar flotando en nuestro interior, aunque para algunos, como nosotros los seres humanos, esa cantidad de agua varía.
PUBLICIDAD
Cuando nacemos tenemos un 75%, pero al cumplir un año esa cantidad baja al 65%, y en el transcurso de nuestra vida nuestro cuerpo mantiene un 55-60%.
Esa composición es un promedio del contenido de agua de todos nuestros tejidos, órganos y sistemas.
Nuestra sangre es lo que contiene una mayor proporción, un 90%, la piel y los músculos alrededor del 75%, casi igual que el cerebro, que puede tener hasta 80% de agua.
Pero también otros tejidos que parecerían ser algo seco, también contienen un 30% de humedad.
Una molécula, muchas funciones
El agua realiza una multitud de trabajos diferentes en el cuerpo: funciona como disolvente de muchas sustancias que deben ser transportadas por la sangre, sobre todo iones como el sodio, potasio y calcio.
Pero también es parte importante del líquido sinovial que lubrica y permite el movimiento de nuestras articulaciones.
Es parte de otros fluidos, como el líquido cerebroespinal, que rodea a nuestro cerebro y médula espinal y que entre otras cosas, ayuda a amortiguar golpes.
Y ayuda a regular la temperatura del cuerpo, pues por la forma en que interactúan sus moléculas es capaz de absorber mucho calor sin subir su temperatura notablemente.
Eres lo que bebes
Muchas funciones vitales dependen del agua, y muchas otras hacen que la perdamos: como la respiración, el sudor, la excreción.
Por eso necesitamos reponer unos 2-3 litros de agua al día, para que nuestro cuerpo siga funcionando bien.
Cuando nos deshidratamos no solo estamos sedientos: nuestra piel se reseca, la presión arterial se altera, nos sentimos cansados y con dificultad para concentrarnos.
Aunque debemos compensar el agua que perdemos, no quiere decir que debamos beber 8 vasos o 3 litros, exclusivamente de este líquido.
Otros líquidos como el té o las sopas, también nos hidratan. Y sí, tomarte un café o un refresco también repone agua, solo tienes que tomar en cuenta que no debes exagerar en su consumo por la cafeína y azúcares que contienen.
Incluso alimentos sólidos, como frutas y verduras, tienen un alto contenido de agua: podemos considerar que la comida contribuye un 20% a nuestra hidratación.
Por supuesto es importante que tomes también agua, pero cuánta, dependerá de muchos factores: tu peso, actividad física e incluso el clima en el que vivas.
Si estás en la playa un día de verano, haciendo ejercicio, necesitarás mucha más agua, que si estás tranquilamente leyendo en casa, un día de invierno.
Una buena guía para buscar tomar una cantidad adecuada de agua, es que tomes un vaso con tus comidas, también cuando hagas ejercicio y por supuesto que pongas atención a tu cuerpo, cuando te indique que tienes sed: siempre será hora de tomar agua.