Ciencia

Así es cómo los alimentos afectan tu estómago y el resto del sistema digestivo

Los alimentos que ingieres sirven para proporcionarte nutrientes y energía, pero por esta razón pueden afectar a la salud de tu intestino.

Si no eres una planta, ingerir alimentos es algo indispensable para ti, pero además si eres humano, entonces se vuelve una compleja combinación de salud, con placer, con cultura.

Muchos hábitos de la vida moderna, nos han llevado a una epidemia de obesidad que afecta desde niños hasta adultos, porque aunque comer sigue siendo una necesidad básica, la cantidad de energía que ingerimos no corresponde con la que gastamos cada día.

Desgraciadamente ese no es el único problema que traen la comida rápida, los refrescos y otros alimentos procesados: nuestra digestión tampoco funciona bien.

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Eres lo que digieres

Es muy común escuchar que somos lo que comemos, y es algo muy cierto: las proteínas que comemos de la carne hoy pasan a formar parte de tus músculos en unos días.

Las grasas que comas, pasarán a formar parte del colesterol de tu sangre, donde serán entonces precursoras de hormonas.

Los azúcares que consumes serán los que den energía a las funciones de tu organismo: caminar, pensar, hasta respirar.

Claro que el exceso de esos azúcares, que no se utilicen como fuente de energía o los lípidos, terminarán almacenados.

Así que aunque no es bueno eliminar ninguno de esos nutrientes de nuestra dieta diaria, sí debemos considerar cómo los consumimos.

Los azúcares es mucho mejor que vengan de fuentes como frutas o vegetales, pues así están acompañados de otros nutrientes y otro tipo de carbohidratos muy importantes: la fibra.

Tanto la fibra, como los azúcares pertenecen al mismo tipo de compuestos químicos: los carbohidratos, pero los separamos dependiendo a si podemos digerirlos o no.

Rompiendo moléculas

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Nuestro aparato digestivo cuenta con una serie de mecanismos útiles para lograr obtener de la comida los nutrientes necesarios: la masticación es uno de los primeros procesos.

La saliva tiene un pH ligeramente ácido y enzimas que ayudan a comenzar a procesar los alimentos.

En el estómago hay unas condiciones similares pero más extremas: los jugos gástricos son muy ácidos, casi tanto que si nos cayeran en la piel nos causarían mucha irritación.

Además de ácido, nuestro estómago también produce pepsina: una enzima que sirve para digerir los alimentos.

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Cuando hablamos de digerir nos referimos a que una molécula que es más grande, se convierte en una más pequeña que nuestro cuerpo puede aprovechar mejor: eso pasa con muchos azúcares que se digieren y transforman en glucosa.

Pero, ni el ácido, ni la pepsina logran digerir cierto tipo de carbohidratos, los que llamamos fibra, pero para eso contamos con ayuda externa: la microbiota intestinal.

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Outsourcing bacteriano

La microbiota intestinal es un conjunto de bacterias que viven en nuestro intestino: sí, tienes inquilinos, pero no están ahí sin pagar renta.

Estos microorganismos colaboran la digestión: carbohidratos que nosotros no podemos digerir, ellos sí lo hacen.

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Lo que resulta en un proceso ganar-ganar: nosotros les damos algo de alimento y ellos nos regresan algunos nutrientes que de otra forma no obtendríamos.

Pero resulta que, igual que nosotros, tienen preferencias por ciertos alimentos: les gusta mucho la fibra.

Así que si comemos muchas frutas y verduras, ellos vivirán felices colaborando en la producción de algunos nutrientes. 

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En cambio comemos más grasas y proteínas o alimentos procesados que no contengan fibra, nuestros excelentes inquilinos mueren.

Así que ese pequeño ecosistema interior pierda diversidad y eso es preocupante: la microbiota también ayuda a combatir bacterias dañinas que llegan al intestino.

Además, alimentos fermentados como el yogur u otros que contengan lactobacilos, pueden contribuir a mantener su diversidad.

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Entonces, si quieres tener una digestión saludable, no te olvides de echarles una mano, o más bien una fruta, a tus bacterias intestinales.

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