La Organización Mundial de la Salud recomienda que nuestro consumo de sal se mantenga en un máximo de 5 gramos diarios, esto porque hay muchas evidencias que un consumo alto de sal está asociado a padecer presión alta o hipertensión.
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Se sabe que la hipertensión se relaciona con más del cuarenta por ciento de muertes por accidentes cerebrovasculares y por infartos, por eso muchas veces se la llama “el asesino silencioso”, ya puede existir sin síntomas aparentes, pero estar causando daño.
¿Más sal? Más agua también
Pero, ¿qué tiene que ver la sal con la presión alta? La sal de mesa, que existe en muchos de nuestros alimentos, pero que la agregamos a muchos otros, es cloruro de sodio.
El sodio que contiene este compuesto, es esencial para nuestro cuerpo: además de que participa en el transporte de nutrientes, regula el volumen de agua que existe en los fluidos de nuestro cuerpo, incluyendo la sangre.
Cuando consumimos un exceso de sodio, en forma de sal, el cuerpo no elimina eficientemente la misma cantidad de agua, así que ese volumen extra se queda circulando en el cuerpo.
Más sangre en los vasos sanguíneos lleva a que exista una presión más alta y eso significa que tu sistema circulatorio tiene que hacer mayor trabajo del que está acostumbrado. Incluyendo tu corazón.
Sal y grasa, tampoco son una buena combinación
Los vasos sanguíneos tienen la capacidad para transportar cierto volumen de sangre, si las características de este flujo cambian, nuestras venas y arterias pueden adaptarse, porque son flexibles.
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Pero si eso ocurre y se mantiene durante un periodo de tiempo prolongado empieza a haber problemas: esa presión extra puede causar pequeños desgarros en las paredes de los vasos sanguíneos, causando inflamación.
En respuesta a esto llegarán algunos glóbulos blancos que se comenzarán a acumular, formando una placa que endurece nuestros vasos sanguíneos.
Si además llevamos una dieta alta en grasa y tenemos un nivel elevado de colesterol en la sangre, estas moléculas se sumarán a esas placas, dando lugar a la condición llamada aterosclerosis, que también contribuye a elevar la presión.
Consecuencias fatales
Resumiendo: si comemos más sal, nuestra presión arterial se eleva, si eso sucede durante mucho tiempo, entonces es cuando nos diagnostican hipertensión y si esa condición se mantiene por mucho tiempo, podríamos incluso llegar a tener arterias menos saludables.
Las placas que se forman en nuestras arterias se pueden romper, cuando eso sucede la respuesta del cuerpo es formar un coágulo y eso no solo hace difícil que pase la sangre, sino que puede bloquear por completo su paso.
Que no llegue sangre a diferentes lugares del cuerpo puede ser muy grave, pues es la que transporta el oxígeno y si no llega, nuestras células mueren, o al menos sufren mucho.
Si el bloqueo de sangre se da en vasos que alimentan al corazón es cuando ocurre un infarto, si sucede en los que alimentan al cerebro, sucede lo que se llama un accidente cerebrovascular. Y todo eso por comer mucha sal.
Por supuesto que la hipertensión, aterosclerosis y las enfermedades cardíacas tienen otros causas e incluso componentes genéticos. Pero no está nada mal si le ayudamos a nuestro cuerpo, poniendo menos sal en la comida.