Te lo puede haber dicho tu médico o tu mamá, o lo leíste en una noticia por ahí: no es bueno que comas mucha sal, o mucha azúcar, ¿o eran las dos?
Yin y yang
Parecería que muchas de las conversaciones sobre cómo nos alimentamos, pasan por estas dos sustancias, opuestas en sabor, pero similares en apariencia: son sólidos cristalinos de color blanco.
Otra cosa en que son similares es que ambas deben formar parte de nuestra alimentación, pero que si nos excedemos, ambas nos causan problemas de salud.
Por un lado, tenemos muchas evidencias de que el tipo de dieta actual, que incluye un exceso de azúcar, es lo que nos ha llevado a una epidemia de obesidad y diabetes entre niños y adultos en todo el mundo.
Por otro lado, sabemos que el consumo excesivo de sal lleva a la hipertensión arterial, una condición a la que se le llama “el asesino silencioso”, porque durante mucho tiempo no tiene síntomas notorios, pero puede llegar a causar la muerte, por infartos y otros problemas cardiovasculares.
Ni contigo, ni sin ti
Leyendo eso podríamos querer ir corriendo a nuestra cocina a tirar el contenido de nuestras azucareras y saleros, o deshacernos de todos los alimentos que sepamos que contienen sal o azúcar. Pero, no tan rápido.
El azúcar, más bien los azúcares, forman parte de un grupo de nutrientes indispensables para el cuerpo, los carbohidratos: que se pueden clasificar en fibra, almidones y azúcares, estos dos últimos, nos proporcionan energía para que nuestras células funcionen adecuadamente.
La sal de mesa o cloruro de sodio. El sodio es un micronutriente esencial que regula el equilibrio de los fluidos del cuerpo, ayudando a transportar otros nutrientes en la sangre y manteniendo una presión arterial adecuada.
Un consumo bajo de sodio hace que nos deshidratemos con facilidad, aunque tomemos suficiente agua, además de que puede causar desnutrición e insuficiencia cardíaca.
Ni héroes, ni villanos
Entonces no podemos vivir sin azúcares, ni sin sal, así que lo que debemos hacer es una revisión de lo que comemos y de qué forma lo comemos.
La comida procesada actual ha contribuido a que tengamos mayor seguridad alimentaria: los procesos como la pasteurización, la congelación rápida o el empacado al alto vacío, hacen posible que tengamos alimentos seguros que pueden conservarse por más tiempo.
Pero al procesar alimentos la mayoría de las veces se les añaden azúcares y sal, que se suman de forma poco saludable a nuestro consumo diario.
La Organización Mundial de la Salud recomienda un máximo de 5 gramos de sal por día, el equivalente a una cucharada pequeña, mientras que los azúcares añadidos no deberían sobrepasar el 10% de todas las calorías que consumimos.
Podemos consumir azúcares de manera natural en frutas, verduras, semillas, al hacerlo así además estamos consumiendo otros nutrientes como vitaminas.
Y prácticamente todos los alimentos contienen sodio, incluso el agua que tomamos tiene disuelta una pequeña cantidad de sal, lo que es benéfico para la hidratación.
Así que, la moderación será la clave para evitar que, tanto la sal como el azúcar, se conviertan en los villanos de la película y le den un triste desenlace a nuestra salud.